Este artículo representa una serie de impresiones del fenómeno OVNI en todos sus vectores (avistamientos, abducciones, visitas de dormitorio, aterrizajes e incluso mutilaciones), que vistas desde otro punto de vista (al cual me adhiero por los casos estudiados sobre abducciones y visitas de dormitorio investigados) muestran una constelación causal que nos muestra una impronta y una lógica quizá hiperdimensional.
Tendríamos que abandonar en un ejercicio de abstracción los Ovnis de remaches y tuercas y abordar un fenomeno de naturaleza verdaderamente EXTRATERRESTRE (cuya naturaleza no encaja con lo terrestre en todas sus manifestaciones) cuyos vectores muestran una naturaleza física y material combinada con otra psíquica y estimuladora de improntas relacionadas con la CONCIENCIA de los sujetos experimentadores.
Cabe decir para cerrar que hago míos muchas de las frases en negritas y color que el Dr. Valée menciona, junto con el concepto
Traducción de un texto del Dr. Jaques Vallée, que se puede encontrar en francés en la página de la COBEPS http://www.sobeps.org/fr/accueil.html , que es la heredera de la mítica SOBEPS, Sociedad Belga para el Estudio de Fenómenos Espaciales, que tuvo su momento de mayor auge en los meses de la ya legendaria “Oleada Belga”, de fines de la década de los 80 y principios de la del 90.
Jacques Vallée tuvo la excelente idea de revisar su diario « Forbidden Science », del cual, la parte que cubre el periodo que va de 1957 a 1969 apareció en francés en 1997, bajo el título de “Ciencia Prohibida”, La nueva versión existe solo en inglés.
Esta es una traducción de las páginas 444 a 457.
“Ciencia prohibida. Diario 1957-1969. Un científico francés en las fronteras de lo paranormal”. Collection Documents, l’Observatoire des Parasciences et O.P. Editions, 1997.
REFLEXIONES
Dr. Jacque Vallée
El paso del tiempo es destructivo. No solamente borrando de nuestra memoria numerosos hechos, fechas y cifras, sino además oscureciendo la imagen que guardamos de aquellos que han jugado en nuestra vida un rol importante.
Deforma también aquella que guardamos de nosotros mismos.
Llevar rigurosamente un Diario, es una formidable protección contra esta erosión. Pero al mismo tiempo, hace a nuestros errores más evidentes, y a nuestros fracasos más flagrantes. A la vez fuente de experiencia y de humildad, pone los éxitos de los que estamos más orgullosos en la perspectiva de aquellos todavía más notables alcanzados por otros.
La puesta al día de la presente obra, me ha permitido cuatro ejes de reflexión:
El primero concierne a la vez la realidad de los Objetos Voladores no Identificados, y lo que ellos significan.
La triste realidad es que las respuestas a estos dos interrogantes siguen sumidas en el misterio de la misma manera que en los años sesenta.
A los principales casos que archivé a medida que se producían (Socorro, el asunto del « gas de los pantanos », Monticello, el secuestro de los Hill, etc.), sucedieron muchos otros igualmente sensacionales durante los años 70 y 80. El encuentro cercano de dos pescadores en Pascaguola o la abducción de Travis Walton, fueron titulares de los periódicos, y pusieron regularmente a Allen Hynek a trabajar, antes de caer en el olvido, algunas semanas más tarde. No sirvieron más que para engrosar nuestras bases de datos, sin jamás aportar el menor modelo de explicación a un fenómeno que, por el contrario, parecía ingeniárselas para mandarnos señales sádicamente contradictorias.
Luego de que el nuevo análisis por ordenador de las tendencias históricas que emprendí a mediados de los años setenta dio como resultado un grafico muy interesante mostrando que las “oleadas” de actividad no son periódicas, Fred Beckman y el profesor Price-Williams de la UCLA (Universidad de California, de Los Ángeles), señalaron el parecido que existe entre este reparto y los “esquemas de refuerzo” característicos de los procesos de entrenamiento o aprendizaje. Dicho de otro modo: el fenómeno OVNI se comportaría como un sistema de control, más que a la manera en la que se haría una exploración por visitantes de espacio.
Numerosos sistemas de control están presentes en nuestro medio. Algunos naturales, como la ecología, los cambios climáticos o la demografía; otros de naturaleza social, como el proceso de educación superior, la justicia o los campos de concentración. Otros, finalmente tienen origen humano, como los mecanismos de control de actitud de cohetes o satélites, y también el humilde termostato en la pared de su departamento.
Suponiendo que el fenómeno OVNI sea un sistema de control, es posible testearlo para determinar si es natural o artificial, abierto o cerrado?
Estas preguntas, entre las más interesantes a plantearse respecto a él, no han encontrado todavía respuesta.
La exposición de estas ideas en El Colegio Invisible, escrito en 1975, interpela a los otros investigadores, dado que planteaban la cuestión del origen síquico del fenómeno, considerado como chocante para aquellos que no lo veían más que bajo su aspecto « chapas y bulones », que nosotros habíamos abandonado. Su aparición, algunos años después de Visa para Magonia, contribuyo aun mas a agrandar la brecha entre mis ideas y las de los “platillistas” clásicos, hasta el punto de no retorno actual.
Los ocupantes de OVNIS descritos por los testigos de encuentros cercanos son conocidos bajo múltiples denominaciones: ufonautas, visitantes, humanoides u operadores.
No cesaron jamás de comportarse de la manera absurda de los actores de producciones hollywoodenses de serie B sin dar jamás la menor indicación de que su presencia aquí abajo respondía a algún tipo de programa sistemático. Peor aún, el examen de más de un millar de casos de secuestro no permitió detectar la más mínima estructura que podría hacer pensar en una exploración de la Tierra por parte de extraterrestres.
La tecnología de estas criaturas no es más que un simulacro de muy mala calidad, y además completamente sobrepasado a la vez sobre el plano biológico y técnico. Porque es evidente que la verdadera razón de su furtividad y de lo absurdo de su comportamiento, sigue siendo incomprensible, no deberíamos nosotros comenzar a preguntarnos si no es porque nuestras ideas respecto a ellos fallan desde e Antes de ir más lejos, preguntémonos lo que significa « extraterrestre » para la mayoría de los ufólogos clásicos. Hoy todavía, la aceptación más popular se sitúa al nivel más elemental: los ovnis son naves de una civilización originaria de otro planeta y sus pilotos son criaturas humanoides con ojos enormes, habitualmente denominados “grises” aparecidos a partir de 1947, luego de la observación de Kenneth Arnold.
Estos humanoides vendrían a la Tierra para recoger minerales o materias orgánicas, y procederían a secuestrar personas para efectuar experiencias genéticas.
Esta idea en un primer momento podría parecer casi aceptable, si no fuera porque se silencia que las declaraciones de un gran número de testigos son en realidad muy diferentes de este esquema, que los primeros casos no se remontan a 1947, ni inclusive al principio de siglo XX, y que su contenido no hace referencia, salvo excepcionalmente, a visitantes del espacio.
Además, presentando numerosas variantes desconcertantes, las descripciones de las criaturas en sí mismas no son siempre conformes al retrato bosquejado más arriba.
Es a partir de esta constatación que me vino la idea de que el origen de los OVNIS podría situarse en una realidad multidimensional, en la que nuestro continuum espacio tiempo no sería más que un subconjunto.
Visto desde ese ángulo, no rechazo enteramente la hipótesis extraterrestre, bajo la condición de admitir que la forma de inteligencia que el fenómeno representado coexiste con nosotros sobre este planeta del mismo modo que podría provenir de otro planeta situado en nuestro universo, o en un universo paralelo.
Visto desde ese ángulo, no rechazo enteramente la hipótesis extraterrestre, bajo la condición de admitir que la forma de inteligencia que el fenómeno representado coexiste con nosotros sobre este planeta del mismo modo que podría provenir de otro planeta situado en nuestro universo, o en un universo paralelo.
El ejercicio del método científico no es siempre fácil. Mis profesores me han siempre enseñado que los fundamentos mismos de la ciencia reposan sobre la aptitud de poner en duda todos los resultados obtenidos, incluidos los nuestros. Sin embargo, cuantas veces constate que toda puesta en duda del origen extraterrestre de eso objetos era recibida como una verdadera afrenta por aquellos que necesitan integrar la posibilidad de esos contactos en su propio sistema de referencia de la realidad. Mientras que ese tipo de personas trata de hacer creer que están en búsqueda de verdades científicas, tratan en realidad de instalar nuevos dogmas.
Con el paso de los años, mi persistente rechazo a asociarme a cualquier coalición de ese tipo condujo inevitablemente a confusiones lamentables y ha contribuido a que me sea atribuido, al mismo tiempo ciertas teorías absurdas que no exprese jamás. Por ejemplo, cuando sugerí que el fenómeno OVNI podía ser parcialmente de origen síquico, se dedujo bastante seguido que yo consideraba que los testigos eran víctimas de ilusiones y que los objetos no presentaban la más mínima realidad física, cosa que no dije jamás, ni escribí y ni siquiera pensé. Más tarde, mi observación de que ciertos casos habían sido manipulados por algunas sectas, muchas veces con la complicidad de servicios de informaciones, fue interpretado como que había renegado mis primeros escritos, y consideraba actualmente los “platos voladores” como armas secretas o instrumentos de engaño de origen puramente terrestre, cuando jamás había dicho semejante cosa. Para terminar de una vez por todas con este tema, me veo obligado a reafirmar aquí mis convicciones, que son perfectamente coherentes con todo lo que he escrito precedentemente:
El fenómeno OVNI existe. Ha estado presente a lo largo de toda nuestra historia. Es de naturaleza física y la ciencia actual no es capaz de explicarlo. Corresponde a un nivel de conciencia que nosotros no hemos alcanzado todavía, es capaz de manipular las dimensiones temporales y espaciales que conocemos y afecta nuestro propio nivel de conciencia de una manera incomprensible, comportándose globalmente como lo haría un sistema de control.
Capaz de manipular nuestra conciencia con métodos desconocidos, se acompaña además de otros efectos que podemos calificar de paranormales. Pero, como mi colega Allen Hynek, estoy convencido que la ciencia de los siglos venideros terminará por explicarlos.
Estructurando nuestras creencias religiosas y nuestros conceptos del universo, este fenómeno ha ejercido también una influencia importante en numerosas tradiciones mitológicas.
Es posible que nos engañe utilizando múltiples disfraces bajo los que se presenta a nuestra mirada, tomando diversos rostros en diferentes culturas: divinos entre los primeros hebreos o los habitantes de la Mesopotamia, farfadets (pequeños demonios maliciosos, gnomos) para los cronistas de la Edad Media, bajo la forma de demonios en la época de la inquisición. Para nuestros abuelos, hacia fines del siglo diecinueve, puede haber adoptado el aspecto de fantasmas o de golpes en los muros, o el de la Muy Santa Virgen para los creyentes.
Mi segunda reflexión está relacionada con la reacción de los medios científicos frente a este fenómeno.
Aquí, una vez más, no se puede hacer otra cosa más que constatar la ausencia de evolución desde la publicación de la primera edición de este libro.
La única razón verdadera que permitió a la Aeronáutica Militar de EEUU de sacarse de encima tan fácilmente, con la manera desenvuelta con la que trató la cuestión, reside en la falta de información, inclusive el total desinterés de la comunidad científica, en el país y en el extranjero. Para la mayor parte de los investigadores, el solo hacho de hablar el tema es ya una aberración. ¿Hay que asombrarse cuando sabemos que nadie en este medio se tomó la molestia de analizar los verdaderos datos? Ningún verdadero estudio fue hecho jamás, y quien siguió este diario hasta aquí, habrá entendido perfectamente porqué: mientras que algunos investigadores como Allen Hynek y yo, con un puñado de otros, consagrábamos nuestro tiempo libre y nuestros recursos a reunir colecciones de anécdota Nuestro más grande fracaso fue el de no haber podido presentar a nuestros colegas un dossier suficientemente sólido para que desemboque en un verdadero estudio del tema.
Nosotros no podemos, entonces, muy simplemente, especular sobre lo que hubiera sido descubierto si este estudio hubiera existido.
Mientras que algunos investigadores como Allen Hynek y yo, con un puñado de otros, consagrábamos nuestro tiempo libre y nos recursos a juntar colecciones de anécdotas interesantes, la poderosa máquina científica se mantenía globalmente sorda.
Como le dije un día a Hynek, nuestros esfuerzos por documentar los casos más interesantes y presentarlos al público, no sirvieron más que para allanar el camino de un jugoso negocio a los buscadores de oro que hicieron los grandes titulares de los periódicos y de las actualidades televisivas, con historias increíbles o absurdas, a la medida del efecto que tenían en la opinión pública. Lo que lleva a los medios académicos a concluir que un fenómeno tan vergonzosamente explotado, al mismo tiempo por los medios de comunicación y los zelotes excitados
(Para ver cuál es la definición de ZELOTE, hacer clic aquí: http://es.wikipedia.org/wiki/Zelote )
y desprovistos de todo sentido crítico, no era digno de gastar tiempo en el o de prestarle mínimamente atención, así que nuestros llamados fueron ahogados por el tumulto reinante.
Sigo pensando que este desinterés obstinado fue uno de los fracasos intelectuales más graves de la ciencia del siglo veinte.
Si la ciencia oficial negaba la cuestión, que pensar entonces de la investigación privada? Al igual que en la arqueología o en la medicina, se pueden encontrar numerosos ejemplos de ricos mecenas o intrépidos emprendedores que han esponsorizado nuevas franjas de la investigación que la ciencia del sistema había despreciado hasta ese momento. Los nombres de grandes familias como los Kettering, Ford, Carnegie, son sinónimo de fundaciones que permitieron algunos de los trabajos de investigación más prestigiosos en artes o ciencias. Podemos lamentar que estas familias no hayan jamás acordado la menor importancia al fenómeno OVNI, a pesar que durante años, Allen y otros hemos tratado de reunir los fondos para permitir investigaciones puntuales.
Actualmente, la situación sigue sin cambios. Inclusive si algunas personalidades influyentes han ocasionalmente invertido algunos recursos, fue siempre con la intención no declarada de financiar proyectos que habrían servido para hacer prevalecer su idea favorita, del origen extraterrestre de los OVNIS, excluyendo cualquier otra. Se trata aquí de una actitud que habría sido, no solamente juzgada inaceptable para con cualquier otro sujeto de estudio, sino también una garantía cierta de que si una acción de ese tipo daba resultados probatorios, estos serian automáticamente descalificados por todo un panel de científicos encargados de juzgarlos. Es algo así como si se propusiera financiar un nuevo observatorio astronómico, a condición expresa que los que allí trabajen acepten previamente la teoría de una Tierra inmóvil en el centro del universo.
Lo poco que se hace hoy en investigación es inmediatamente blanco de críticas venidas del sectarismo.
El trabajo constructivo de pequeños grupos de aficionados sigue siendo desnaturalizado por las luchas por ganar influencia entre múltiples facciones. Los raros científicos con espíritu abierto que han osado poner los pies en ese intercambio de opiniones venenosas, lo hicieron a su riesgo y peligro, como lo hubiera hecho un turista mezclado en una riña de un bar. Si existen todavía felizmente algunos raros buenos investigadores que realizan un verdadero trabajo de campo, sus resultados son publicados raramente, y un gran número de reportes interesantes se han perdido.
Allen y yo no éramos de la misma opinión sobre la cuestión de la urgencia o no de denunciar el rol que juegan los lobbys de desinformación gubernamental, que yo analizo en este libro.
Con los años, el ha comenzado de todos modos a entender que, aunque indiscutiblemente reales, los OVNIS no eran, sin dudas, de origen extraterrestre. En octubre de 1976, declaró valientemente a un periodista: « He llegado al punto de tener cada vez menos confianza en la idea de que los OVNIS sean ingenios de chapa y bulones originarios de otros planetas (…) Demasiadas cosas no coinciden con esta idea. Me parece inconcebible que una inteligencia mas evolucionada que la nuestra se tome el trabajo de atravesar enormes distancias en el espacio con el único objetivo de hacer cosas tan entupidas como detener motores de autos, juntar vegetales o minerales, y darles miedo a las personas. Creo que ya es tiempo de comenzar a reexaminar los datos y de preguntarnos sobre lo que está pasando cerca nuestro.”
Inevitablemente, nuestras conversaciones nos llevaron cada vez más lejos: los últimos desarrollos de la parasicología, la naturaleza síquica del hombre y la incapacidad de la ciencia para entender los niveles superiores de la conciencia humana. Debatimos sobre los estados místicos, y de lo que representa la iniciación.
El hombre que entonces yo tenía frente a mi era el verdadero Allen Hynek, y es lamentable que, ni sus colegas científicos ni los ufólogos hayan tenido nunca la ocasión de encontrarse con él ni de descubrir lo que en esos momentos habría podido aportar. Se interesaba bastante más en la parasicología de lo que osaba manifestar en público. Después de su muerte en 1986, su esposa Mimi que él había deseado cederme su biblioteca sobre el tema. Es hoy parte integrante de una sección muy especial de la mía, sobre la que tengo una vigilancia muy especial.
En el ejercicio de mi actual profesión de inversor en tecnologías de punta, me sucede de acordarme, no sin cierta amargura, de lo que incorpore a mi conocimiento durante esos años de aprendizaje: las ideas preconcebidas y los engaños evidentes en numerosos proyectos de estudio de lo paranormal, el desastre del proyecto Libro Azul, el espectáculo de la pusilanimidad de la mezquindad de los “pontífices” científicos que se pronuncian sobre cualquier cosa sin siquiera saber de que se está hablando, cuando no es para destruir pura y simplemente los datos, como vi hacer a mis directores de investigación en el tiempo en el que figuraba en las nominas de pago del Comité francés para la exploración del espacio.
La tercera cosa de la que hay que hablar, concierne el escándalo del Memorandum Pentacle ( para ver información sobre este tema hacer clic en este link. N/T.) http://www.philipcoppens.com/pentacle.html
Es muy difícilmente perdonable que los servicios de información americanos hayan podido tener el descaro de bloquear el camino a los científicos del Jury Robertson, impidiendo que les sean comunicados los resultados que Pentacle y sus colaboradores había obtenido ya con anterioridad.
El descubrimiento de este documento tuvo sobre mí el efecto de una bomba, y me dio una visión muy desfavorable de las prácticas del gobierno norteamericano y de sus altos consejeros a su servicio.
Guardar silencio sobre este tema, editando por ejemplo aquí o allá la primera edición de este Diario, habría hecho incomprensibles algunas de mis actividades pasadas. Esta fue la primera razón para mi vuelta a Europa en 1067. Desvelándome ciertos aspectos nauseabundos de las prácticas científicas al más alto nivel, fue al mismo tiempo una lección muy importante para el joven astrónomo idealista que yo era en esa época.
Todavía hoy desconozco hasta que punto podían llegar las negras intenciones que ese documento quería cubrir. Agentes de la CIA habían reunido a los cinco investigadores científicos más eminentes norteamericanos para analizar objetivamente ciertos casos de interés potencialmente elevado, tanto desde el punto de vista científico como desde el de la seguridad nacional. El acceso a las conclusiones de un prestigioso organismo de investigación financiado por el gobierno que debían ser hechas públicas, fue denegado, a pesar de que se hizo alusión de manera críptica durante una reunión entre el « Proyecto Stork (Cigüeña) » y el instituto Batelle, si debemos creer al reporte, hoy desclasificado, que data de enero de 1953, firmado por F.C. Durant, cuyo destino era el sub. Director de informaciones científicas de la CIA.
El lector que recuerde que ese comité no reunía a gente sin experiencia ni formación, sino todo lo contrario, admitirá sin dificultad que el hecho mismo de que no se hubiera pedido a ninguno de los miembros de Batelle de emitir su opinión sobre los resultados descritos en el Memorándum Pentacle, es por sí mismo algo que produce consternación. El profesor Luis Álvarez había recibido el Premio Nobel de Física. Lloyd Bekner era especialista de primera línea en la aeroespacial, Sam Goudsmit, del Laboratorio Nacional de Brookhaven, reconocido como investigador americano de primer plano en el terreno de la energía nuclear, y Thornton Page uno de los más eminentes astrónomos de EEUU.
En cuanto al presidente de la comisión, no era ni más ni menos que H.P. Robertson, físico de renombre mundial que trabajaba en esa época en el instituto de Tecnología de California ( CALTECH). Algunos pensaran, quizás con razón que Allen debería haber trepado por los escalones de la Academia de Ciencias y entrando con fuerza con ese documento en la mano, desde el momento mismo en que lo descubrí. Pero era alguien muy reservado, que huía de las confrontaciones y el escándalo, respetuoso de la autoridad y muy poco propenso a las maniobras de pasillo. Me había confiado un día que no echaría nunca una mirada bajo su cama, inclusive si estaba persuadido de que allí se escondía algo.
Ese documento quedó, entonces, poéticamente disimulado en un marco, bajo vidrio, donde con ironía lo había escondido, justo debajo de una reproducción en color de una tapiz representando La Dame à la Licorne. Esta reproducción estuvo largo tiempo suspendida de un clavo de su oficina del observatorio de Corralitos, en las montañas de Nuevo Méjico, al abrigo de la codicia de periodistas inquisidores o de ufólogos intempestivos, y no fue que después de dolorosos debates de conciencia que me decidí al fin a revelar su existencia.
Los amantes de conspiraciones encontraran aquí, quizás, alimento para sus teorías de un ocultamiento del fenómeno OVNI que remonta al menos al año 1953. En mi novela de ciencia ficción en francés Alintel, imaginé ya en 1986 como un estudio financiado por el Pentágono habría podido seguir en secreto después de la Comisión Robertson. Allí exponía igualmente porqué el Proyecto Libro Azul no habría servido, a partir de ahí, que de pantalla de humo destinada a desviar la atención del público y de los medios académicos en su conjunto, mientras que un pequeño grupo de expertos proseguía discretamente el estudio de los datos.
Ufólogos más conservadores podrían, de su lado, estimar que la única prueba que aporta ese documento es que resultados importantes no fueron comunicados a personas como Álvarez, Robertson, Page y sus pares, sin demostrar, de todos modos, la existencia de una conspiración organizada. Si es el caso, porqué las conclusiones del Comité Robertson no fueron hechas públicas? Podría ser que las recomendaciones precisas e inteligentemente bien sopesadas de Pentacle, de montar en todos sus detalles falsas observaciones allí donde se desgranaban numerosos testimonios habrían tenido efecto? Está allí la explicación de ciertas observaciones bizarras reportadas en el curso de los años siguientes?
Cuando llamé la atención sobre las flagrantes manipulaciones de los sistemas de creencias que se perfilaban detrás de ciertos engaños, numerosos investigadores prefirieron rechazar esta idea. Difícilmente podía entonces justificarme, dado que Allen y yo habíamos elegido no expresarnos en público sobre este tema.
Es imposible actualmente negar que desde mediados de los años 50 los servicios de informaciones contemplaran seriamente y en gran escala, la posibilidad de este tipo de desinformación. Las declaraciones tardías del investigador independiente William Moore en lo que concierne a las operaciones secretas del OSI (Buró de investigaciones Especiales del Ejército del Aire), confirman el escenario que en mi libro “Revelaciones”, había evocado ya desde 1991, y en consecuencia, no volveré sobre el tema
Es a los futuros historiadores de la cuestión que les corresponderá la tarea de decidir objetivamente si si o si no a existido un proyecto del tipo que imagine en Alintel . El Memorándum Pentacle ilustra uno de los aspectos negativos según el cual se puede practicar la ciencia, y los sociólogos harían bien en examinar de cerca en lugar de buscar la manera de ridiculizar los testigos deseosos antes que nada de hacer conocer sus experiencias, ofreciendo así tantos regalos a la investigación.
Hoy estoy convencido que el Ejecutivo del gobierno americano, como el de otros países, sabe exactamente a qué atenerse sobre la realidad física y las implicaciones asombrosas de la existencia de los OVNIS. Me parece evidente que un acuerdo tácito a sido puesto en práctica entre varios gobiernos para minimizar la cuestión y desanimar toda investigación privada.
Los resultados negativos que obtuvimos en el curso de de los años 60 luego de nuestros encuentros con altos representantes del gobierno francés, y el muro de secreto y el rechazo con los que chocaron nuestros esfuerzos, son los índices más probatorios. Los obtenidos por Allen Hynek en Washington fueron idénticos. La disimulación de datos sin el acuerdo del Congreso americano es bien entendido, ilegal. No es el rol del ejército de disimularlos deliberadamente al ciudadano o de engañar a los científicos sobre un tema tan importante. Pero cuando tratamos de encontrar pruebas de una conspiración aun más secreta, podría ser que nos diéramos de frente, simplemente, con la estupidez burocrática pura y simple.
Habrá que esperar que una luz más grande se haga sobre el tema en su conjunto.
La cuarta preocupación, está relacionada con la tendencia sectaria que se manifiesta entre los ufólogos. El investigador serio que tiene el coraje de confrontarse con los escépticos, debe también tener en cuenta la peligrosa paranoia que reina entre los numerosos propagandistas de la Hipótesis Extraterrestre.
Muchos investigadores aficionados con espíritu abierto han visto su trabajo desgraciadamente perdido en medio de vociferaciones de aquellos que reaccionan de la manera extremista de los zelotes en tren de construir un dogma religioso. Hay que haber osado mezclarse en debates con los que sostienen la opción de “chapas y bulones” para comprender hasta que punto su discurso puede revelarse rencoroso. Mientras que insisten para que los científicos se interesen por el fenómeno, al mismo tiempo la única cosa que les importa realmente es de ver que sus teorías personales sobre la naturaleza y orígenes del mismo se confirman.
Algunas de sus concepciones más paranoicas tienen hoy una influencia no despreciable sobre grandes capas del público, a causa de la carga emocional que resulta de la atención obsesiva y creciente que aplican ciertas agrupaciones a la cuestión de los secuestros (abducciones). Diversos autores que no tienen más que conocimientos muy limitados en sicología clínica se han arrogado el derecho a interrogar a testigos bajo hipnosis, lo que los ha llevado a fantasear en el sentido de sus propias concepciones, que posteriormente difunden en círculos cada vez más extensos por medio de libros, películas, conferencias.
Bajo la máscara de una actitud empática y calurosa, la acción de estos escritores desemboca a menudo en una agravación más que una sanación de los traumatismos sufridos por los abducidos, creando al mismo tiempo en sus lectores un sentimiento de pánico y de catástrofe inminente. Ya en el transcurso de los años cubiertos por este Diario, la cuestión de las abducciones había sido considerada como uno de los aspectos más interesantes de la fenomenología OVNI.
La abducción del brasileño Villas Boas, por ejemplo, había sido bien estudiado por el Dr. Olavo Fontès antes de ser publicado por Gordon Creighton en su revista, y el lector recordará que Allen y yo tuvimos numerosas conversaciones no solo con estos dos investigadores, sino también con Betty y Barney Hill, el Dr. Benjamin Simon, y John Fuller, el talentoso escritor que fue el primero en llamar la atención sobre el fenómeno de los “tiempos perdidos”.
Desde los años 70, algo más de una docena de casos de abducción figuraban ya en nuestros dossiers, y algunos ufólogos curtidos como Jim y Coral Lorenzen los habían documentado mucho más todavía. Desde entonces, no había ninguna duda que este aspecto de la cuestión había estado presente desde el principio. Lo que nos parecía una indicación de que el misterio que queríamos resolver tenia implicaciones bastante más importantes todavía que la simple venida sobre la Tierra de visitantes del espacio, por más impresionante que esta perspectiva pueda parecer.
No solamente el fenómeno OVNI era un desafío en lo que concierne nuestras concepciones de la realidad física, sino que lo era con respecto de aquellas mucho más generales de lo que significan « conciencia » y « realidad » .Ponía en cuestión, además, todos los fundamentos de nuestros sistemas de creencias, incluidos los de las religiones, y la importancia mitológica de las relaciones entre los terráqueos y criaturas sobrehumanas que supuestamente habitaban el cielo.
Pienso que el fenómeno de las abducciones es a la vez real y muy difícil de estudiar. Es lamentable que el pequeño grupo de ufólogos que se interesaron en el no se haya molestado en definir una metodología apropiada a este estudio. Al contrario, estos estudios han rápidamente desembocado en querellas entre los que piensan que los aliens vienen sobre la tierra para ayudarnos, y aquellos que les consideran como animados de malas intenciones.
En septiembre de 1991, Betty Hill en persona demostró su decepción cuando decidió no interesarse mas en el tema, hablando de “ teorías neblinosas, fantasiosas e imaginarias ».
Pienso que se esconde otra cosa detrás del fenómeno OVNI, y sigo siendo optimista en cuanto a la aptitud que tendrá un día la ciencia de estudiar eventos inesperados, paranormales o que se sitúan por fuera de la norma.
Tenemos que ser agradecidos con los testigos por no hacer participes de sus experiencias notables que necesitan ser explicadas, porque ellos no son responsables si estas experiencias ponen en cuestión nuestra concepción de la realidad. Al contrario, es a los hombres de ciencia a quienes corresponde, luego de haber eliminado pacientemente errores de percepción y engaños, de poner en valor las pepitas de oro que contienen los auténticos fenómenos inexplicados.
Esto deberá hacerse de manera responsable, con respeto y dedicación hacia aquellos que se toman el trabajo de aportar su testimonio, y teniendo siempre en la mente las limitaciones de la ciencia actual. Claro que, inclusive si no ofrece ninguna solución ya hecha a la cuestión, en nuestra época de profundos cambios teóricos, el fenómeno OVNI es una oportunidad sin precedentes para hacer evolucionar los conceptos de la estructura física del Universo. Inclusive si nuestros investigadores tuvieran la fortuna de recuperar restos o muestras de materia alienígena, harían falta quizás siglos para que puedan entender su significado.
Esto no debe sorprendernos cuando recordamos que la historia de la ciencia está trufada de ejemplos anecdóticos de fenómenos conocidos desde hace tiempo, pero cuya puesta en aplicación no se opera si no muy lentamente. Por ejemplo, los primeros Egipcios conocían las propiedades magnéticas de ciertos metales, y su joyería prueba que se servían de la electro plastia, a pesar de que no lograron jamás formular una teoría del funcionamiento de los circuitos eléctricos más simples. Desde el siglo 18, el astrónomo Messier había observado y catalogado las principales nebulosas del hemisferio norte, pero no fue hasta el siglo 19 que se pudo comprender que se trataba en realidad de galaxias exteriores a la nuestra.
Esta constante sigue siendo válida en tecnología: conocido desde los primeros años del siglo 20, el principio del radar no fue puesto en práctica hasta el fin de la segunda Guerra Mundial. La lista es muy larga. Antes que las experiencias anormales se puedan integrar a una nueva teoría, y que la conjunción se realice, es necesario que numerosos conceptos lleguen a madurar. Inclusive si nosotros no estamos todavía en ese punto, en la cuestión de los OVNIS, esto no debería traducirse, todo lo contrario, en el rechazo a examinar los datos.
Un atento examen de los parámetros físicos presentes en los mejores casos permite desde ya emprender investigaciones sobre topologías alternativas a nuestro concepto de la realidad. En el curso de los años 70, el escritor Jacques Bergier, como observador autorizado de los últimos progresos tecnológicos que era, había ya llamado mi atención sobre el hecho de que debíamos rever nuestra concepción sobre la unicidad del Universo. La primera lección para sacar de la existencia de los OVNIS, pensaba él, podría ser que vivimos en lo que llamaba « Multiverso », presentando muchas más dimensiones que aquellas que habíamos imaginado en un principio.
El me llevó a reflexionar en las modalidades según las cuales un sistema de control podría ejercerse en el seno de una diversidad tan grande. El escritor de ciencia ficción Philip K. Dick, desarrolla con talento conceptos muy cercanos en una serie de novelas sorprendentes.
El llamó a esa entidad superior VALIS, iniciales en ingles de « Gran Sistema Vivo de Inteligencia Conciente ». Es a partir de ese punto de vista, de los universos múltiples, y de la noción de sistema de control, que el estudio del fenómeno OVNI encuentra su justificación científica, y no al nivel simplista de la búsqueda de cualquier tipo de « mecanismo de propulsión ».El tipo de tecnología que los ovnis utilizan podría, perfectamente, no apoyarse en lo que nosotros actualmente entendemos por « propulsión ».
La cosmología admite la posibilidad, inclusive la inevitabilidad de la existencia de universos con dimensiones múltiples. Tanto sobre el plano de las comunicaciones que en el de los viajes espaciales, la posibilidad de velocidades superiores a la de la luz o de la variabilidad de la flecha del tiempo es objeto de numerosas especulaciones. La idea misma de la posibilidad de viajar hacia el pasado es hoy admitida sin levantar invencibles paradojas.
Son ideas que estimulan la imaginación y abren nuevas perspectivas a las especulaciones teóricas o experimentales.
Si contemplamos el mundo que nos rodea desde el único punto de vista informacional y analizamos las diferentes maneras según las cuales el tiempo y el espacio podrían estar interconectados, la idea de base de una traslación por medio de naves viajando en el espacio aparece no solamente como inadaptada, sino también como simplista. Desde hace tiempo, ella se ha transformado en caduca por los más recientes desarrollos de la física, que proponen una visión muy diferente de lo que podría ser un modelo “extraterrestre”.
He seguido el consejo de mis amigos experimentados, que me han incitado a continuar mis investigaciones separadas de las luces de la pista. Seria en consecuencia injustificado de mi parte continuar asociándome con el medio ufológico actual. Sospecho que el fenómeno se presenta bajo un aspecto muy diferente a partir del momento en que usted logra mantenerse lejos de la querellas que solo sirven para oscurecer su estudio, y las pistas que me parece deberían ser seguidas. Las oportunidades científicas verdaderamente importantes se encuentran en otro lado.
Viendo desde la distancia del tiempo, me doy cuenta que hay muchas cosas que tendría que haber hecho durante todos estos años y de las que nunca me inquieté. Me habría hecho falta fundamentalmente reunir una documentación más sistemática sobre el periodo en el que Ruppelt dirigió Blue Book. Hynek, sobre los recuerdos de quien me basé entonces, reconocía que el Mayor había sido muy poco explicito sobre muchas cuestiones y que había “escondido su juego”.
El oficial militar no había acordado sin reserva su confianza al consejero civil diplomado en astronomía que él era. He aquí una porción de la historia que debería haber documentado, cuando todavía los dossier estaban accesibles.
Y el hecho que nadie más lo hizo, no es más que un pobre consuelo. Los antiguos platos voladores de aquella época siguen evolucionando entre nosotros bajo diversas mascaras y disfraces. No pasa un día sin que una observación cuyos detalles son raramente conocidos, se produzca en alguna parte del mundo.
El resultado sorprendente de esta situación es que uno de los misterios más importantes y sorprendentes de la historia de la humanidad continúa repitiéndose día tras día sin que casi nadie le preste atención ni se busque dar el más pequeño principio de respuesta.
Es este autismo de la humanidad, de su incapacidad para aceptar la existencia de lo desconocido, de lo que hoy yo tengo vergüenza.
El destino de la humanidad se sitúa en alguna parte entre la certeza de sus logros científicos y la desoladora constatación de ella no llegará jamás a conocer toda la realidad.
Otras fuerzas intervienen, de las cuales jamás nos inquietamos en atribuirles nombres y roles. Las llamamos de manera indiferente fantasmas, espíritus, extraterrestres, y cuando a pesar de todo, no llegamos a deshacernos de ellas, no dudamos en decretar servilmente que se trata en realidad de dioses, con la sola finalidad de adorar lo que en realidad somos incapaces de comprender, o, también, para idolatrar mejor lo que nuestra incurable pereza nos impide de estudiar.
Retornando a Pontoise, quise volver a ver las colinas de mi infancia, visitar la tumba de mi padre, reencontrar las señas que seguí al principio de mi búsqueda, medir el camino recorrido y lo que él me aportó.
Volví con la certeza de que hoy todavía en las mismas circunstancias, tomaría las mismas decisiones.
Y que la única cosa que realmente cuenta en la vida, es el misterio que nos rodea, y todos los medios que pone a nuestra disposición para que nuestra conciencia despierte.
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