¿ES NECESARIO EL CEFAE?

 

Antecedentes

En la primera década del siglo XXI, el vocero de la Fuerza Aérea Argentina, Mariano Mohaut, confirmó que el arma crearía una comisión para registrar e investigar las denuncias de informes sobre ovnis. El primer borrador de la noticia trascendió el 22 de diciembre en Mundos Paralelos, un segmento dentro de Telefe Noticias que hizo una brevísima entrevista sobre el tema ovni al comodoro Guillermo Tealdi, jefe del departamento de Comunicación Institucional de la Fuerza Aérea.

Tealdi, presentó unas impresiones generales sobre la relación de la aeronáutica argentina y los “fenómenos celestes”, como los llamó. El militar explicó que la tarea del arma es “tratar de identificar de qué estamos hablando con respecto a la seguridad del tránsito aéreo, que es nuestra responsabilidad”.

Luego, ante la pregunta de cuántos registros de “ecos no identificados” han enfrentado los radares de la Fuerza, Tealdi contestó: “Ha habido muy pocos. Dos o tres casos que no ha habido tiempo ni motivos para presentarlos porque han sido situaciones muy cortas en el tiempo”. Las insustanciales declaraciones del comodoro Tealdi no parecían acompañar el anuncio de la formación de un grupo dedicado al estudio de tan “poca cosa”.

Así se supo que la comisión “estará integrada por pilotos, personal del Servicio Meteorológico Nacional, de la Administración Nacional de Aviación Civil (controladores del tráfico aéreo) y de Guerra Electrónica” y a la cual podrían sumarse “médicos y gente del INTA”.

Pese al tono discreto y escéptico con que los militares han rodeado el anuncio, algunos ufólogos argentinos buscaban sumarse a la faena. Un ejemplo de entusiasmo fueron los nucleados en el CEFORA (una entidad creada con la intención de «desclasificar casos OVNI en los cuales intervinieron “organismos oficiales”), y las muestras de simpatía abarcaron parte importante de la “comunidad ufológica”, que no tomaron en cuenta que les llegaba la posibilidad de “jubilarse de la ufología”. Nacía entonces la Ifología, con un porvenir más que deslumbrante (y lo digo no como una crítica sino como una gran oportunidad de dar un giro serio a la investigación de los no Identificados, para llegar a identificarlos, sin la “aureola romántica que precede al análisis e investigación de los casos por parte de la “comunidad ufológica romántica”).

Señor vicecomodoro, le damos la derecha acerca de cómo investigar ifológicamente el 95% de los casos, que son de su incumbencia, sin por ello dejar de lado lo que Willy Smith llamaba “residuo estadístico”. De allí surgen las anomalías que pueden investigarse con respecto a los factores psicológicos (teorías del agregado perceptivo, fenómenos de parálisis del sueño, fraude psicológico, síntomas de lóbulo temporal y muchos otros fenómenos asociados general y erróneamente a fenómenos de abducción o encuentros con entidades. El señor Heriberto Janosch supongo sabrá de lo que hablo.

De hecho los estudios actuales del Dr. Perrota y asociados cuyo propósito fue analizar de la definición clásica de “abducción extraterrestre” a partir del estudio publicado en 2020 sobre la clasificación clínica propuesta de este fenómeno en particular y tuvo como objetivo confirmar el supuesto teórico del origen psicopatológico de  estas experiencias. Cuyos métodos se basaron en entrevistas clínicas, centradas en evidencia narrativa-anamnésica y documental y en la base del Modelo de Emociones Humanas de Perrotta (PHEM) sobre su experiencia emocional y perceptivo-reactiva, y administración de la batería de pruebas psicométricas publicadas en revistas científicas internacionales por el autor de este trabajo.  Inventario de entrevistas clínicas integradas de Perrota (PICI 2),  Inventario de matriz sexual de Perrota e  Inventario de dependencia afectiva y de mecanismos de defensa (afrontamiento) de  Perrota y otros.

Luego caben citar el excelente trabajo de la psicóloga Susan Clancy en relación a los fenómenos de parálisis del sueño, la incidencia de estrés postraumático y abuso sexual traumático que subyacen a muchas supuestas “experiencias de abducción alienígenas;  y no olvidar el paper de la APA PsycNet de  Stuart Apelle, Steven Jay Lynn y Leonard Newman, de claro perfil crítico y metodológico acerca de los posibles componentes patológicos y errores perceptuales entre tantos otros.

 Perdón por la extrapolación señor Lianza y asociados, pero lo que intento mostrar aquí, es que además del importante trabajo “ifológico” basado en observaciones de testigos civiles y pocos pilotos, la Ifología no se ciñe “solo a “ese 95% de casos que ocurren en el cielo sino también dentro de la psique humana.

Aunque nos pese, la complejidad de la “ifología” es más abarcativa e incluye otras herramientas además de las que ustedes utilizan maravillosamente. Incluso el propio Ballester Olmos ha considerado en uno de sus papers la temática abductiva y su estudio crítico. Estudio más cercano a las neurociencias que al de la identificación de amenazas o anomalías aeroespaciales. Salvando este detalle, celebro el trabajo que realiza con el apoyo del GEPAN, entre otros.


La CEFAE sin Ufólogos.

 Grato es saber, que finalmente han podido deshacerse de la molesta ufología (romántica y otras) lo cual debería ser un tema de celebración, aunque en el excelente artículo de Agostinelli (y sostengo que es un gran artículo), parece haber un discurso ambiguo (o ambivalente), ya que por un lado se celebra dicha liberación y por otro se enfatiza la necesidad de educar a los ufólogos y pedirles que opinen y presenten “evidencias” “trabajos”; se los instan a que “escuchen” “aprendan” y cesen de sostener tamaña obcecación con la hipótesis extraterrestre sistemas de creencias y todo lo que se supone que “un ufólogo de buena ley desea sostener”. ¿No es mejor brindar por haberse deshecho finalmente de tamaña piedra en el zapato, y dedicarse al estudio crítico de sus muy buenos resultados y centrase en dicha publicación como bien lo vienen haciendo?. Creo que es un buen motivo para dar vuelta la página  y hablar de evidencias tal y como lo vienen haciendo hasta ahora, y nutrir a un público abierto a sus descubrimientos y no sostener esa fijeza neurótica de convertir al ateo (aunque sea al revés, por supuesto).

Traigo esto a colación por un incidente del pasado reciente, del que me he enterado acerca de un grupo ufológico del que formaba parte el Sr, Luis Brussa, integrante, en calidad de técnico colaborador del comité del CEFAE, quien gentilmente se ofreció a hacer de puente entre el Vicecomodoro y el resto de los miembros de ese coven alienófilo.

Reflexionando sobre esto, es importante entonces esta posición final de una CEFAE sin ufólogos, ni dentro ni fuera de los grupos, ni dentro ni fuera del CIAE. Un criterio acertado que no debe ser puesto en el terreno de la ambigüedad.; lo que me lleva a otras reflexiones.

Esta Informacion fue tomada de Factor el Blog de Alejandro Agostinelli, sitio que recomiendo (en serio sin ninguna chicana por favor). Este sitio provee importantísima información y enlace útiles para todos (ufólogos incluidos), sobre temas relevantes de investigación en estos campos.

Cito:

El 15 de Septiembre asistimos a un módico alineamiento planetario. O a una extraña fusión de las fuerzas de la tierra, que exploran los misterios de la Pachamama, y las del viento, perforados por mirage que se alejan en la lontananza, a la caza de prodigiosos portentos aéreos. Ese día, una convergencia de casualidades transformó lo que iba a ser una conferencia entre otras en una fecha paradigmática. El escenario fue el Centro Cultural de la Ciencia (C3), dependiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, en el barrio de Palermo, ciudad de Buenos Aires. El Comodoro (RE) Rubén Lianza dio la primera conferencia pública de la CEFAe en el Centro Cultural de la Ciencia (C3) de la ciudad de Buenos Aires. Estuvo en el auditorio el Dr. Jacques Vallée, quien el mismo día había llegado a la Argentina para participar en el rodaje del documental Testigo de otro mundo, dirigido por el realizador Alan Stivelman.

Desde las 18:30 hasta cerca de las 20 hs, en un pequeño anexo a la Biblioteca del C3, el Comodoro (RE) Rubén Esteban Lianza, presentó «Metodología de la Investigación de Fenómenos Aeroespaciales», primera conferencia abierta al público desde que asumió la Dirección de la Comisión de Estudio de Fenómenos Aeroespaciales (CEFAe), la oficina dedicada a la recopilación e investigación de informes de presuntos ovnis de la Fuerza Aérea Argentina.

Horas antes, aterrizaba en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza el avión que traía al Dr. Jacques Vallée por segunda vez a la Argentina. El autor de “Pasaporte a Magonia” llegó para reencontrarse con Juan Oscar Pérez, protagonista de un caso de abducción ocurrido en Venado Tuerto, provincia de Santa Fe, el 6 de Septiembre de 1978. La primera vez que Vallée estuvo en el país fue de la mano de Fabio Zerpa, cuando vino a presentar una conferencia y a recorrer varios puntos de la geografía argentina, calientes por el clima de oleada que irradió una película que también tocaba a Vallée, Encuentros cercanos del tercer tipo (Steven Spielberg, 1977).

 



Jacques Vallée junto a Alan Stivelman. Al finalizar la conferencia de Lianza, en el C3 del Polo Científico, dependiente del Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Nación. Foto: A. Agostinelli. También se encontraba presente la directora del CEFORA, que nuclea a la ufología argentina, Srta. Andrea Simondini.

En esta ocasión su anfitrión es Alan Stivelman. El director lo entrevistará para su documental Testigo de otro mundo, su segunda película. Stivelman le propuso a Vallée viajar a la Argentina y a él no sólo le gustó el proyecto sino que le entusiasmó la posibilidad de enterarse de primera mano cómo había seguido la vida de aquel joven abducido, 36 años después.



«Humano. El Llamado Guaraní» en rodaje. Diego Viegas, Juan Oscar Pérez y Néstor Berlanda. Foto: Eduardo Bermúdez.

Los dueños de los próximos días serán Vallée y el equipo de rodaje de “Humano. El Llamado Guaraní”. Tal vez en el Observatorio Oro Verde, cerca de donde yace la escotilla desprendida de la Salyut 7, se reencontrará con Juan Oscar Pérez, el abducido de Venado Tuerto oriundo de la provincia de Entre Ríos, conocerá al Dr. Néstor Berlanda, psiquiatra de la Universidad Nacional de Rosario, Presidente de la Fundación Mesa Verde y coautor con el psicólogo Juan Acevedo de “Los extraños” (Emece, 2000), el primer libro que aborda la cuestión de las abducciones desde una perspectiva próxima a la de Vallée e incluye el relato de Juan, y conversará con el abogado y antropólogo Diego Rodolfo Viegas, compilador de “Antropología Transpersonal. Sociedad, Cultura, Realidad y Conciencia” (Biblos, 2016), donde analiza la experiencia que aborda la película de Stivelman.

 

Con esto Debemos concluir que quizá un CEFAE sin ufólogos no sería el título que más se ajusta a este banquete de amigos en donde la ufología no puede decirse que brilló por su ausencia.

 

¿ES NECESARIO EL CEFAE?

 

 Mi eterno agradecimiento al vocero de la Fuerza aérea mariano Mohaut y equipo por habernos recibido con amistad y respeto para debatir.

 

La relación de la Fuerza Aérea con los ovnis no es nueva en la Argentina Pero la entidad que se lleva los laureles en permanencia es la CRIDOVNI de Uruguay. Sánchez Ríos, un militar muy vinculado al “ambiente platillista” argentino, siempre cuenta un caso de persecución aérea de un objeto con dos aviones Pucará, llegando a percibir “el cambio de color que producen al acelerar”, entre otras conclusiones que sostiene sobre el fenómeno,  en las que se puede estar o no de acuerdo, pero surgen de la experiencia de un comité de fenómenos aéreos militar de Uruguay.

Cuando, invitados por la comisión (por intercesión de la divina providencia encarnada por el divulgador y generador de contenidos Carlos Iurchuk, a quien siempre agradecemos por su amplitud al considerar todos los ángulos de este… ¿fenómeno controversial?) Nos encontramos el técnico superior en informática y robótica Miguel Angel Sanso y mi persona, siendo entrevistados por Mohaut y colaboradores acerca del “Status Quo de la temática de los “no identificados” o “por identificar”. Si bien agradecidos por la invitación, no nos dio la impresión de que hubiera ciertamente “claridad” en los objetivos y en que investigar… ¿posibles amenazas al espacio aéreo del territorio nacional?. Cabe recordar que desde la década del 90 hasta hace poco tiempo atrás el espacio aéreo nacional, era más que vulnerable, más que por los amigos Varkuleros (de los que tanto habla nuestro amigo, el periodista Alejandro Agostinelli), sino que la casi inexistente radarización de nuestro territorio, era (o debería haber sido) prioridad absoluta de los ministros de defensa de los diferentes colores políticos.

Lic. Gustavo Cia junto al especialista técnico en robótica e informática Miguel Sanso debatiendo con el vocero de la Fuerza Aérea Argentina, Mariano Mohaut y su equipo

Cabe entonces reflexionar lo poco  o nada que se podía hacer para detectar e identificar amenazas aeroespaciales (que poco o nada tenían que ver con nuestros vecinos Varkuleanos y sí más con vuelos de narcotráfico no controlados, entre otros asuntos). Es claro hoy en día que, incluso con la mejora de la radarización implementada por el ministro de defensa Taiana, se ha presentado tráfico aéreo no identificado, o más bien identificado tardíamente, de vuelos no autorizados de las fuerzas aéreas chilenas, atravesando territorio nacional con posible destino a las Malvinas. Una clara violación del espacio territorial y un serio problema visto desde la geopolítica.


 Lic. Gustavo Cia junto al especialista técnico en robótica e informática Miguel Sanso debatiendo con el vocero de la Fuerza Aérea Argentina, Mariano Mohaut y su equipo

Asuntos que deberían haber sido, o ser actualmente la prioridad de una política de estado, en la que el análisis y posterior descarte de testimonios de personas que vieron enanitos verdes o platos soperos invertidos debería ser el final y corolario de una política de defensa centrada en las amenazas aeroespaciales reales. De Hecho Martin Kottmeyer, tan citado por Agostinelli, declaraba que desde hace tiempo Los comités investigativos tales como el Proyecto Libro Azul dejaban de lados los reportes civiles para centrase en los de pilotos y, particularmente, pilotos militares. Lo curioso es que aún se sigue recibiendo reportes civiles con alta tasa de irrelevancia en sus denuncias.



 Lic. Gustavo Cia junto al especialista técnico en robótica e informática Miguel Sanso debatiendo con el vocero de la Fuerza Aérea Argentina, Mariano Mohaut y su equipo

También Mohaut nos habló en su momento de inversiones sobre equipos de “análisis fotográficos”, equipos que bien entrado el siglo 21 con el surgimiento de la fotografía digital, mostraba un regusto a anacronismo tecnológico, habiendo ya en aquella época software de identificación de imágenes al que se podía fácilmente acceder pagando el uso de aplicación de dicho software. Poco más se habló del asunto, pero rescato que al menos la administración anterior invitaba a intercambiar y discutir de manera respetuosa y en un principio abierta sobre las posibilidades de pensar el tema desde la seguridad aérea de la nación, cosa que debe ser prioritaria, a la hora de elegir si buscamos como echar los extraterrestres del imaginario popular, o de asegurar la defensa eficiente de nuestro espacio aéreo, comenzando con la detección eficaz de cualquier vuelo de aviones, drones u “objetos identificables” que pueden traernos problemas más serios que la visita de los varkuleanos a los testigos del llano argentino.

En un segundo momento la comisión fue tomada en las manos del Vicecomodoro Ruben Lianza, quien a principio poco o nada sabía de las formas en cómo se podía lograr identificación eficaz de vuelos comerciales, satélites, etc. Lo bueno vino luego, el asunto tomó vías regias: había que invertir en sistemas de detección europeos, apareciendo el prestigioso organismo GEIPAN como modelo a seguir e importando tecnología “de punta”.

Surge así la herramienta de software IPACO, de probada utilidad, a las que se adjunta programas civiles de dominio público tales como Orbitron, y Stellarium entre otros (incluso hay otros con mayor exactitud disponibles con un toque e google play). Programas que varios investigadores (no necesariamente ufólogos) poseen en sus ordenadores y celulares. Es simpático por decir algo, el comentario de Agostinelli hablando del NORAD argentino con fotos de estos sistemas detrás de la figura de Lianza. Es que cuando de amigos se trata, Alejandro es de los buenos.

Lianza en el «mini NORAD» de la CEFAe, en el Edificio Cóndor, sede de la Fuerza Aérea Argentina. Foto: A. Agostinelli.

Ahora bien, tener acceso a estos programas supone utilizarlos y utilizarlos con criterio, algo que al menos hoy por hoy muy pocos investigadores hacen. Tomar estas herramientas por consejos de astrónomos amigos (como los de Paraná por ejemplo) y aplicarlas, ha demostrado ser una muy buena idea, al mismo tiempo que permite a otros investigadores por fuera del CIAE verificar los datos que sostienen los estudios de la Comisión.

  

CONCLUSIONES

¿Es importante la existencia y el trabajo del CIAE y del CEFAE?

Por supuesto que sí. Era una materia pendiente en cuanto a la identificación de fenómenos aeroespaciales y su posible explicación al público. Tanto el software (IPACO) como la metodología de trabajo es digna de ser tenida en cuenta e imitar (según el criterio que presume que un investigador se centra en los hechos y no en la creencia). El trabajo de Lianza y su equipo, al igual que la difusión que le ha dado el señor Agostinelli (a pesar de sus sesgos particulares propios de su profesión), merece atención seria, no tanto de los ufólogos a los que parecen buscar desesperadamente, sino a aquellos NO UFÓLOGOS que nos interesa evaluar y conocer de manera crítica las diferentes facetas de este controvertido “objeto de estudio”. Su relación e intercambio con el GEIPAN es, por supuesto algo esencial a la hora de entender como y de qué manera se identifican los casos de “observaciones”, que a la hora de la verdad es el 95% de los fenómenos de “avistamientos”, que es el campo donde se mueve el CIAE, o sea un porcentaje que equivale al 5% de lo que hay que investigar críticamente del fenómeno en su totalidad.

 

¿Es necesaria la existencia y el trabajo del CIAE y del CEFAE?

No nos da la impresión de que haya ciertamente “utilidad” en los objetivos… ¿que investigar?… ¿posibles amenazas al espacio aéreo del territorio nacional?. Cabe recordar que desde la década del 90 hasta hace poco tiempo atrás el espacio aéreo nacional, era más que vulnerable y nada se podía hacer para detectar e identificar amenazas aeroespaciales con la casi inexistente radarización del territorio. Es claro hoy en día que, incluso con la mejora de la radarización implementada por el ministro de defensa Taiana, se ha presentado tráfico aéreo no identificado, o más bien identificado tardíamente, de vuelos no autorizados de las fuerzas aéreas chilenas, atravesando territorio nacional con posible destino a las Malvinas. Una clara violación del espacio territorial y un serio problema visto desde la geopolítica.

Problema que debe ser prioritario a la hora de analizar que vuela por uestros cielos ¿Platillos volantes de Varkulets?... lo mas probable es que sean narcoaviones, invasiones del espacio aéreo, por parte de nuestros vecinos, satélites que caen, o fenómenos aeroespaciales naturales, drones, etc. Sin pecar de conspiranoicos, hay que entender lo mucho que hay que invertir para lograr identificación y control del espacio aéreo, y lo que es más importante una respuesta adecuada a cualquier amenaza aeroespacial, incluso de Varkulets.

Por último  una opinion de un lector de Factor el blog que me pareció interesante:

¿Es buena idea destinar fondos extraordinarios para investigar un asunto que echa raíces esencialmente psicosociales y culturales bajo el concepto de “potencial amenaza militar”?»

¿Hay que gastar dinero público en investigar ovnis/fani/uaps? Mi respuesta rápida y corta sería: no.

La respuesta larga es: Depende. Depende del enfoque que se le dé. Si el enfoque es «vamos a investigar qué son los ovnis», mi respuesta sigue siendo no. No hay ni siquiera una definición correcta de qué es un ovni para poder investigarlo. No hay en 70+ años ninguna evidencia tangible de que un ovni sea algo más allá de una confusión, (y también de que no lo sea). Las negrillas son mías.

Sin embargo, si el enfoque es: «hay un incidente que nos ha obligado a interrumpir un ejercicio militar», o un «incidente que obliga a un avión a desviarse de su ruta» (sí, Manises, p.ej.), entonces sí. Es un problema de seguridad aérea (ya sea real o percibida) que hay que resolver para evitar que se repita, y del que hay que hallar una causa para poner una solución. Básicamente suscribo esta premisa citada de Mike West: “Cada vez que aparece algo no identificado en un espacio aéreo restringido –escribe–, es un problema real que debe resolverse”. Y añadiría que un espacio aéreo NO restringido también.

¿Ha habido de verdad un artefacto que ha puesto en peligro a otros? ¿Ha entrado un avión/dron civil/otra cosa en una zona de ejercicios militares? ¿Qué era? El piloto «invasor» ¿no se leyó el NOTAM pertinente? ¿O no se notificó a tiempo? ¿Con qué frecuencia ocurre? ¿Es necesario mejorar la seguridad aérea para que no vuelva a pasar?

¿Ha sido una prueba de un prototipo experimental ultrahipermegasecreto? ¿Por qué ha interferido con otros ejercicios, o vuelos civiles? ¿por qué ha sobrevolado una zona poblada un prototipo que podría haber fallado y estrellarse en una casa?. ¿Hay que mejorar la planificación de ejercicios, coordinarse con otras agencias (tráfico aéreo) para evitar que esto pase?

¿Ha sido una amenaza percibida, pero no real? ¿Un error de percepción? ¿Error en la interpretación o uso de instrumentos (no reconocer un eco falso de radar, no interpretar bien una imagen IR)? ¿Faltaba (o no se fijó en) información que podría haber hecho posible la identificación? ¿Es necesario mejorar la formación de pilotos en algún aspecto? ¿Es necesario mejorar los protocolos de comprobación y actuación, comunicación con control aéreo, … ?

Supongo que se pueden rellenar mil puntos e ideas de este tipo, creo que queda claro por donde voy. No es centrarse en qué es un ovni, sino en saber qué ha ocurrido para evitar que vuelva a pasar. Y si entre medias se descubre algo nuevo, pues bienvenido sea, pero que no sea el objetivo porque es altamente improbable.

 

Agradezco la importante información que consultamos en el excelente blog del periodista Alejandro Agostinelli, y los esfuerzos y logros del Vicecomodoro Lianza en este monumental proyecto CIAE CEFAE


https://factorelblog.com/2018/05/07/la-cefae-sin-ufologos/

MERCADERES DE ILUSIONES…DICEN LOS SOSPECHOSOS DE SIEMPRE

 

Mucho se ha dicho, oído y visionado acerca de ciertas posturas (con libros incluidos) acerca de los mercaderes de ilusiones, personajes nefastos, ciertamente, que lucran con la creencia ajena.

Algunos textos actuales incluyen, explícita o implícitamente, por supuesto, a miembros activos de la “comunidad ufológica” y a otros que ni siquiera son miembros.

Como ya he expuesto en artículos anteriores, e incluso en un programa de Youtube acerca de estos temas, que existe un discurso de privilegio, orientado hacia el poder (al decir de Foucault), el discurso que también de la mano del supuesto sujeto saber, y analizando los distintos discursos del amo en las ciencias, pseudociencias y otras disciplinas afines, (legado inconmensurable de Lacan), se ejerce por puro poder, como goce, escotomizando lo propio en la denuncia.

Es claramente hipócrita, por decir poco, señalar con el índice a otros cuando los dedos medio, anular y meñique señalan al propio acusador.

¿De qué hablamos cuando hablamos de mercaderes de ilusiones?, ¿hablamos de los que lucran con la creencia de los demás y escriben libros sobre ellos? ¿El puro y simple hecho de escribir un libro que denuncia la “ufología que no queremos” cuando somos parte de esa misma ufología?

Nos desgarramos las vestiduras frente a los mercaderes del templo, cuando apologetizamos de iniciaciones chamanicas (algunos ufólogos devenidos en chamanes de alto ego). Negamos la viga en nuestro ojo y avisamos de la paja en el ojo ajeno.

Si hablamos una ufología que queremos (en lo particular yo no pretendo ninguna ufología), dejemos la hipocresía de lado, al criticar el establishment ufológico desde una superioridad falaz y anacrónica.

Sabemos como es (nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio), la ufología general, antigua y actual (salvo honrosas excepciones ante las cuales me saco el sombrero) ; y no me equivoco al decir que es “la hoguera de las vanidades”.

Hay un dicho tibetano tal vez, o quizá no, que reza:

“Es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad”

Se lanzan epítetos altisonantes de una ufología que queremos, al mismo tiempo que negamos neuróticamente lo que sostuvimos en un momento anterior: Que nada nuevo hay en la ufología, ya que lo dijimos todo, y lo descubrimos todo.

¿Que posición intelectual es esa? La del quiebre epistemológico? ¿o la del quiebre moral y ético?.

Es tan solo la neurosis del discurso del amo, discurso de privilegio que aspira a perpetuarse en un eco difuso, para que refleje como en un espejo distorsionado la voluntad de poder; el discurso intelectual último, la obra maestra de la repetición eterna de Sísifo…el goce neurótico de la impotencia ante lo vasto e inescrutable de lo Real.

Demás está repetir a Bachelard, Kuhn, Lakatos y otros, la verdad está en Saussure, Lacan, Peirce, en el lenguaje que desnuda indudablemente, a través del fallido, nuestra propia impotencia.

Nada más que decir, ni vale la pena extenderse. Al que le quepa el sayo que se lo ponga.


“El Ego es un árbol imponente con frutos envenenados”


Un abrazo a todos los de buena voluntad

Fenomalías

ECOS PASADOS Y PRESENTES DE LA ACCIÓN HUMANA EN LAS MUTILACIONES DE GANADO: El VECTOR DE LA GUERRA BACTERIOLÓGICA

Estimados:

Cito con placer un artículo de Gustavo Fernandez de Al Filo de la Realidad, tomando en cuenta la consonancia con las investigaciones del Daniel Padilla y del doctor Pariani, en esa misma época en la Entre Ríos.
Hace poco descubrí con agrado, la cita de una esquela de mi trabajo sobre la mirada de las iniciaciones chamánicas desde la perspectiva del fenómeno que nos convoca, por parte de Gustavo. Vaya mi agradecimiento, a pesar de la dificultad de poder contactarnos. Desde ya un cálido saludo.
Este artículo es consonante con la presentación del tema en el programa Demonios de Carlos Iurchuk, donde junto con Pablo Cano, investigador y entusiasta difusor de investigación de calidad en su programa "Human Eterics" hemos tratado la injerencia humana sobre ganado y hemos presentado las evidencias veterinarias y judiciales que tanto Daniel Padilla como el Dr. Pariani han recopilado en cuanto a los rastros farmacológicos en el ganado mutilado. 
Esta investigación de Padilla-Pariani, es por hoy la mejor y más documentada investigación hecha hasta el día de hoy sobre el fenómeno de las mutilaciones, y con evidencias documentadas, que tan poco pueden verse en las "investigaciones" ufológicas actuales.
Un buen antecedente de la misma, o, mejor decir, una buen aporte investigativo paralelo es el de este artículo de Gustavo Fernandez.
Dejo aquí debajo el enlace y un extracto de dicha investigación, que coincide con lo aportado al programa Demonios cuando hablamos sobre mutilaciones.
Un saludo a todos

Fenomalías

 



Artículo


Debo ser sincero con ustedes: los ovnílogos solemos tener la compulsión de explicar todo la casuística en términos “alienígenas”, a veces por abono de las evidencias, a veces para satisfacer deseos inconscientes. Pero en el camino de la investigación, uno puede encontrarse con hipótesis más alejadas de lo interplanetario y más próximas a oscuros vericuetos de la mentalidad humana. Esto me obliga a extenderme en la descripción de una serie de sucesos aparentemente ajenos a esta fenomenología, pero que aventuran la posibilidad que plantearé al final de estos párrafos.

Hace unos años, los periodistas argentinos Miguel Bonasso y Mauro Federico pusieron nuevamente sobre el tapete un hecho que en su momento tuvo una acotada difusión pública y que hoy, extrapolando, podría vincularse causalmente con esta situación.
En el año 1986 y de manera sumamente reservada, se celebró un convenio entre una entidad pública de nuestro país dependiente del Ministerio de Salud Pública de la Nación, el Centro Panamericano de Zoonosis (CEPANZO) con sede en la ciudad de Azul, provincia de Buenos Aires, y las empresas farmacéuticas Transgene (Francia) y Wistar (Estados Unidos). El acuerdo tenía por objeto experimentar una variedad de “virus recombinante” (la combinación genética de distintos tipos de virus) con el fin, se decía, de generar una vacuna apta para todos ellos. En este caso, se trataba del virus de la rabia y el de la viruela y lo que se buscaba, o se decía buscar, está dicho: una vacuna “polivalente” para ambas enfermedades. En realidad, quizás no pecaremos de excesivamente paranoicos si suponemos que con el mismo criterio lo que se buscaba era “construir” biológicamente un virus doblemente letal, mortal por cualquiera de las sintomatologías que provocara en los afectados.
En el experimento de marras, se prepararon grupos “testigo” de vacunos, algunos de los cuales fueron inoculados con el nuevo virus para observar su evolución, mientras otros no, algunos de estos últimos en contacto directo con los primeros y otros aislados. Pero la cosa no terminaba allí: durante el proceso, se ordenaba a un grupo de empleados ordeñar a esos animales. Lo que realmente se buscaba era estudiar el eventual mecanismo de contagio al estar expuestos a los mismos. Como si fuera poco, el producto obtenido se suministraba a otro grupo de empleados —ninguno de los cuales, en ningún momento, supo que era parte de tal peligroso experimento— y el sobrante se comercializaba en la ciudad. Según la publicación “El médico del conurbano”, donde se reflejara oportunamente parte de esta investigación de la mano del periodista Federico, “ex trabajadores del establecimiento recuerdan que ‘había milicos norteamericanos por todas partes’.
El asunto trascendió la “oficial clandestinidad” cuando en ese mismo 1986 el investigador argentino Mauricio Seigelchifer estaba becado en el Instituto Wistar. Allí se enteró de lo que se estaba haciendo en Azul, y “destapó la olla”. En poco tiempo la prensa internacional tomó contacto con las pruebas en el CEPANZO, hasta llegar a la primera plana del New York Times. Por supuesto Seigelchifer fue despedido del Wistar en Estados Unidos, mientras en Buenos Aires el Ministerio de Salud de la provincia nombraba la primera Comisión investigadora que seguiría el caso, y cuyo informe fue lapidario: “El experimento se está realizando en condiciones de seguridad inaceptables para todos los participantes y de riesgo de diseminación de un virus recombinante desconocido en la naturaleza”, decía, y recomendaba medidas urgentes.
Dos años después, el experimento de Azul moría en el olvido. Con el paso del tiempo se cometieron errores inexplicables. Se descongelaron los sueros de las vacas en los que se debían buscar los anticuerpos contra la rabia. Descuidadamente se mezclaron los rótulos de las muestras. Además, casualmente, algunos de los argentinos que debían esclarecer el caso, pasaron a ocupar importantes cargos en los organismos involucrados en el experimento de Azul. Como broche, en 1990 toda la documentación sobre el caso desapareció misteriosamente de la caja fuerte del Ministerio de Salud y Acción Social de la Nación, según denunciara Alberto Chazarreta, miembro de aquella comisión. Las vacas utilizadas en la experiencia fueron sacrificadas y enterradas bajo 1600 kilos de cal viva. Pero, ¿qué fue del virus? ¿Qué fue de los animales que estuvieron en contacto con este ganado? ¿Qué se hizo de los terneros que estas vacas lecheras tenían al pie? ¿ Qué de sus excrementos?. Por último: ¿en qué estado quedaron los ordeñadores que contrajeron el virus, y sus familias que durante meses consumieron la leche de esas vacas?.

AZUL, 1993 (informe de la revista “Humus”, noviembre de 1993, publicada en la
web “Ovnivisión”)

Este año, más de 100 personas fueron afectadas por una “enfermedad virósica de
origen desconocido”, en la zona de Chillar, en Azul.
Según los primeros informes médicos, la enfermedad se trasmite rápidamente de persona a persona. Los afectados manifiestan inflamación de los ganglios, colon, genitales, enrojecimiento de la boca, y unas pequeñas manchas en el abdomen que no pican ni arden.
“La evolución de los pacientes es óptima, y ningún caso es de gravedad”, aclara el informe.
Pese a no saber de qué se trata, las autoridades minimizan posibles riesgos. Parece, por lo menos, aventurado.
Frente a estos síntomas, y al temor de que se tratase de meningitis, el Ministerio de
Salud de la provincia envió dos especialistas: tomaron muestras y confirmaron que no se trataba de esa enfermedad sino de algo desconocido y “altamente contagioso”, tanto así que los dos profesionales se contagiaron sólo 12 horas después de haber evaluado los primeros pacientes.
Del virus que provoca la misteriosa afección nada se sabe. Habría que investigarlo.

Según el Dr. Moisés Spitz, Director del Instituto de Microbiología Carlos Malbrán, (donde
las muestras analizadas se utilizaron sólo para descartar la meningitis), el país cuenta con
condiciones tecnológicas para llevar adelante los estudios. Según otras fuentes, no es así.
Hay quienes sostienen que la eventualidad de una conexión entre los experimentos del “86” y la actual enfermedad ahuyenta cualquier posibilidad de que la investigación se efectúe en la Argentina. Por ahora las autoridades han encargado la preparación de muestras para ser enviadas a analizar en Atlanta, Estados Unidos.
Por otra parte, aunque el Dr. Saúl Gleich, Director Provincial de Medicina Sanitaria,
descartó rotundamente cualquier vínculo entre los dos episodios, destacados especialistas relacionados con la cuestión prefieren ser más prudentes, sin que falte quien abriga serias sospechas de que exista alguna conexión. Sería interesante saberlo. Entre otras cosas porque de la enfermedad del ’93 se conoce tan poco que ni siquiera puede aventurarse algo sobre eventuales efectos posteriores. Hay investigadores interesados en descubrir si este virus tiene algo de “vaccinia” —El virus Vaccinia es el “virus vivo” que se encuentra en la vacuna contra la viruela; es un virus de tipo “pox” de la misma familia del virus de la viruela; cuando se aplica a los seres humanos en forma de vacuna, ayuda al cuerpo a crear inmunidad contra la viruela; la vacuna no contiene el virus de la viruela y no puede causar viruela— y sostienen que intentarán averiguarlo por su cuenta.
Así que la situación hipotética que aquí enfrentamos podría resumirse de la siguiente manera: en 1986 militares norteamericanos, un laboratorio de la misma nacionalidad y uno francés, con el apoyo de parte del gobierno argentino, realizan experimentos bacteriológicos secretos en la localidad de Azul. Estos experimentos, sumamente deficitarios, son suspendidos cuando la prensa internacional primero y la nacional después —y no al revés, como sería lógico— los reflejan, provocando una investigación oficial que da por terminados los mismos. Conscientes de que el material y conclusiones realmente importantes son llevados fuera del país por los especialistas extranjeros, aquí se abandonan las instalaciones, parte del personal es reabsorbido por otras funciones laborales dependientes del gobierno (lo que en una nación de permanente inestabilidad económica como la nuestra es suficiente para comprar el silencio) y muy posiblemente las cepas, o parte de ellas, quedan fuera de control así como las “consecuencias colaterales” de tales trabajos. Siete años más tarde, una extraña enfermedad se despierta casualmente en la misma ciudad.
Muestra su aspecto más benigno, ciertamente, pero es altamente contagiosa, pasa inadvertida para la prensa y aparentemente “desaparece” sin más. Y en el 2002, una extraña ola de mutilaciones comienza precisamente en la región de Azul.

Esto nos obliga a hacernos varias preguntas. Por ejemplo: ¿será mera casualidad que esta oleada mutilatoria comience precisamente en esta zona, o puede suponerse que allí se produjo como una forma de “control”, preventiva o de evaluación asociada a aquellos ya viejos experimentos (obsérvese que las partes orgánicas de las personas afectadas por el virus del 93 son similares a las partes mutiladas de los vacunos nueve años después, y recordemos (por si ustedes se preguntan por la falta de los ojos en los animales y de deberse los mismos a la acción mutilatoria, que el virus de la viruela se aloja también en las córneas), pero en una operación de inteligencia se “extiende” artificialmente el fenómeno a
un área enorme, precisamente para despistar. Si quedara constreñida a la zona inicial — cercanías de Azul— era cuestión de tiempo que alguien los vinculara con los hechos del ’86 y del ’93. Al difuminarse en la geografía, se confundía fácilmente esa apreciación.
Otra pregunta: ¿es casualidad que mientras que las filiales del INTA de todo el país, ya sea en forma oficiosa o extraoficial, tomaran intervención cuando se reportaban mutilaciones, Azul sea la única localidad donde no lo hicieron, encargándose de ello el INTA Balcarce o la Universidad Nacional del Centro de Tandil?. ¿Será porque en el INTA Azul aún había personal afectado originariamente al CEPANZO que podría comprometer el secreto?.

Pero las extrañas consideraciones no terminan aquí: el laboratorio Wistar tiene una historia propia de verse implicado en experimentos salidos de control, y de hecho, se le ha acusado de haber provocado el SIDA, nada menos. Veamos la historia.
Desde que se descubrió el virus que produce una enfermedad gemela en el chimpancé (conocido como SIV) se ha tratado de explicar el origen del SIDA como el salto del SIV a los seres humanos, y una de las hipótesis que ha tenido mayor acogida es la de que haya sido un accidente de laboratorio, inducido por científicos que trabajaban (a partir de 1957) en una prueba de campo de la vacuna contra la polio en el entonces Congo Belga (más tarde Zaire al independizarse y actualmente República Democrática del Congo). En estos trabajos científicos patrocinados por el Instituto Wistar de Filadelfia, y como medio de cultivo del virus atenuado de la poliomielitis, se utilizaban tejidos procedentes de simios (aunque Wistar afirma que sólo usaron macacos asiáticos); por ello, si se comprueba que en el material de las vacunas (conservadas desde entonces) se encuentran restos de tejidos de chimpancé o bien ADN del HIV, tendremos una evidencia más de la factibilidad de esta hipótesis. El lunes 11 de septiembre de 2002, en una reunión convocada al efecto en Londres por la más antigua, respetada y admirada sociedad científica del mundo, la Royal Society, expertos en SIDA, investigadores de diferentes países, se reunieron para estudiar la evidencia existente a favor y en contra de esta hipótesis. Sus conclusiones fueron que los trabajos de Wistar eran absolutamente ajenos a la epidemia de SIDA. Pero no podemos dejar de señalar ciertas cosas: en primer lugar, algunos científicos que tomaron parte en la campaña ’57-’61 eran miembros de este mismo comité que juzgaba esas actividades (los doctores Stanley Plotkin y Hilary Koprowski). Lo segundo: que una reunión tan importante —extrañamente agotada en una sola sesión de trabajo— como para dirimir responsabilidades humanas en la propagación del HIV entre humanos se realizara precisamente el 11 de setiembre (primer aniversario del trágico atentado al WTC— ¿también es pura casualidad, o se contaba con que ese día la atención de la opinión pública mundial estaría centrada en la conmemoración y en el temor de un nuevo ataque, pasando
tal noticia totalmente inadvertida en un segundo plano de la información, como realmente pasó, a fin de que los periodistas no se mostraran demasiado inquisitivos?.
La responsabilidad de Wistar ya la adelantó el investigador Edward Hooper, principal
propulsor de la teoría de la vacuna contaminada, quien afirmó en su libro “El Río”, que científicos del Instituto Wistar habrían utilizado riñones de chimpancé para producir algunos lotes de la vacuna e infectado con el virus de los chimpancés a quienes fueron inoculados.
Se propusieron dos hipótesis: la primera, sostenida fuertemente por diferentes
investigadores como Hahn y su grupo (por ejemplo en Science 287: 607-614, 2000), se refería a una “transferencia natural”, en la que un cazador con alguna herida comió o fue lastimado por un chimpancé infectado. Este pobre cazador hipotético sería el responsable de la pandemia que ha causado más de 50 millones de infecciones por VIH en el mundo, posibilidad morbosamente atractiva para el periodismo amarillista pero, en términos científicos, francamente ridícula. La segunda hipótesis cobró relieve curiosamente a raíz de su publicación, no en una revista científica, sino en una revista de rock. En efecto, el periodista Tom Curtis publicó hace diez años un ensayo titulado “El origen del SIDA” en la revista Rolling Stone (19 de marzo de 1992, pág. 54). Planteó que el SIDA pudo originarse,
no de una transferencia natural, sino a partir de la experimentación de una vacuna contra la poliomielitis, de tipo CHAT, llevada a cabo entre 1957 y 1960 en África Central (Burundi, Ruanda y Zaire) por Hilary Koprowsky y otros investigadores del Instituto Wistar, de Filadelfia.

En ese entonces, el artículo de Curtis no fue en modo alguno desestimado, al grado de que se inició una demanda contra la publicación que llevó a la revista a hacer una aclaración para evitar los cargos en su contra (Rolling Stone, “Origin of AIDS update”, 9 de diciembre de 1993, pág. 39). El asunto llegó también a las revistas científicas más prestigiosas, pues Koprowsky envió una carta a Science en la que hace varias referencias a Curtis en un tono despectivo (Science 257: 1024), da sus argumentos y terminó clamando por salvar a los niños de la parálisis consecutiva a la polio, de las angustias de los padres, y aseguró que la vacuna era y seguía siendo segura. Su nerviosismo fue evidente. Un mes después envió una nueva carta a Science solamente para hacer algunas rectificaciones a las notas de pie de
página de la carta previa. Science se negó a publicar una respuesta de Curtis.
A consecuencia del escándalo generado por el artículo de Curtis, el Instituto Wistar encargó a un comité externo un dictamen. El grupo de expertos, encabezado por Claudio Basilico, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York, emitió un documento en el que respondía, una a una, las críticas de Curtis. En resumen, señaló que las probabilidades de que se hubiera producido una inoculación inadvertida de un precursor desconocido de VIH en niños africanos durante las campañas de vacunación de 1957 son extremadamente bajas, pues: 1) Las probabilidades de contaminación en los protocolos empleados son sumamente pobres. 2) La transmisión del VIH por vía oral (que es el medio de administración de las vacunas contra la polio) es también extraordinariamente rara. 3) Es mucha la distancia evolutiva entre los virus de inmunodeficiencia en monos y el VIH en
humanos, y 4) El caso del marinero de Manchester (uno de los primeros casos reportados con SIDA) que presumiblemente adquirió la enfermedad antes de 1957. De modo por demás interesante, este comité agregó que el examen de las vacunas empleadas (algunas muestras se encontrarían congeladas en el propio Instituto Wistar) sería inapropiado, pues resultaba una empresa laboriosa, costosa y probablemente no concluyente. Pero en el informe del 2002, tal revisión se denunció como imposible ya que, a estar de la información suministrada, todos los cultivos habían sido destruídos. En consecuencia; ¿miente la Royal Society al dar como eliminados unos cultivos que realmente existen, o miente el equipo de Basilisco al suponer como “inapropiado” un reexamen de virus que en realidad hacía muchos años ya habían sido destruídos?. En cualquiera de los dos casos, la incertidumbre y preocupación que esto genera es enorme.
La centenaria agrupación científica inglesa se vio realmente muy mal. El resultado,
difundido ampliamente en la prensa científica internacional, es la falsedad de la hipótesis de la vacuna sostenida por Hamilton y Hooper. Así, el Instituto Wistar presentó el resultado de una segunda “evaluación externa” en la que, por fin, cedió a tres laboratorios independientes el examen de las muestras de vacunas congeladas en la etapa de 1957-1960, y en ellas basó su defensa, ¡que quedó centralizada en el mismo comité que utilizó en 1992 para enfrentar a Tom Curtis!, presidido por el mismo Claudio Basilico e integrado por Clayton Buck, del propio Instituto Wistar; Ronald Desrosiers, de la Escuela de Medicina de Harvard; David Ho, del Centro de Investigación en SIDA, de Nueva York, y Eckard Wimmer, de la Universidad de Nueva York Stony Brook. Todos en activo en aquella época.
Sin embargo, toda la argumentación de Wistar, a través de su comité, se basó en las muestras que consideró en 1992 como poco útiles para obtener resultados confiables. En efecto, en el primer reporte, Basilico y sus colegas habían señalado claramente que las muestras conservadas en congelación no podían ser identificadas como las mismas que fueron usadas en África, o que formaran parte de los lotes preparados al mismo tiempo en el mismo laboratorio. También señalaban en aquel entonces que, en caso de realizarse un examen, un resultado negativo, es decir la ausencia de algún virus, no podía ser concluyente. Todavía más. En la ponencia presentada por Hooper el 11 de septiembre del 2002, en la reunión de la Royal Society, se aludió al testimonio de Hilary Koprowsky publicado en su biografía, que en la página 240 señala que el lote de la vacuna usada en África ya no existía.
Es tal vez un dato meramente anecdótico y no causal, pero vale la pena recordar que el hombre mutilado en el incidente de Guarapiranga, Brasil (sobre el que informáramos ampliamente en Al Filo de la Realidad Nº 78;, Joaquim Sebastian Goncalves, de 53 años de edad a la sazón, estaba medicado, en razón de su epilepsia, con un fenobarbital anticonvulsivo de nombre comercial “Gardenal”.
Al presentar cuadros epilépticos, el fenobarbital interrumpe o normaliza los impulsos eléctricos del cerebro, interrumpiendo la crisis al crear un estado de laxitud absoluta. Vale recordar que uno de los factores que más llamó la atención a los avezados especialistas veterinarios y hombres de campo en las mutilaciones era la falta de “pataleo agónico”, esto es, de covulsiones propias del animal durante los instantes previos a la muerte, al punto de sospecharse el uso de algún narcótico (y recuérdese también el hallazgo de “oxindol” en el paladar de un par de animales). Un fenobarbital, ciertamente, podría provocar esa laxitud y… ¿adivinen a quién pertenece la patente del “Gardenal”?. Acertaron: al laboratorio Wistar.

Así que esta segunda hipótesis podría resumirse así: Debido a consecuencias no deseadas de los experimentos del ’86 —o tal vez como control de un rebrote de los mismos— un grupo operativo mutila animales, primeramente en cercanías de Azul —no necesariamente en la misma localidad porque en 16 años, no sólo los animales originales que no han muerto pueden haber dispersado el contagio en sus congéneres, sino las crías venderse a estancieros cercanos, etc— y luego, se amplía el radio de mutilaciones para “enmascarar” la operación, aprovechando algunos causales naturales, en la misma secuencia que describiéramos para la primera hipótesis. En estas tareas se emplean variantes de fenobarbitales producidos por las mismas empresas implicadas, las cuales, quizás, realizaron también experimentos en humanos, disfrazándolos de “agresiones extraterrestres” o asesinatos propios de psicópatas, no sólo para confundir a los investigadores sino también para restarles, de cara a la opinión pública, credibilidad.

Un estudio del Pentágono encontró altas tasas de cáncer entre los pilotos militares y las tripulaciones de tierra (profecía cumplida)


Estimados:

Tal como había mencionado en el programa Demonios del amigo Carlos Iurchuk, con quien aparecí junto al amigo e investigador Pablo Cano (hablando sobre UAPs y mutilaciones), no faltó mucho para enterarnos de problemas médicos de pilotos militares de las Fuerzas conjuntas aeronavales y contratistas  terrestres del ejercito de los EEUU.

Postulamos una actividad de radiofrecuencias, emisión de microondas de los supuestos UAPs en presencia de pilotos (recordemos que la información de los caso revelados es del 2005 en adelante, y no se toman incidentes anteriores).

Si bien la prueba definitiva de estas emisiones no están en poder del público actualmente (incluida las de las mutilaciones, por supuesto), la sospecha es, por lo menos, más que sugestiva, más si tomamos en cuenta los efectos físicos sobre las personas de estas emisiones.

Los invito a revisar en este sitio, el artículo o paper de James MacCampbell (MUFON), "efectos físicos de los ovnis sobre las personas", donde plantea este problema ya en la década de los 80 y los invito a revisar el caso Cash-Landrum, (un clásico) donde Betty Cash, La Sra Landrum, y demás acompañantes padecieron los efectos de estas radiaciones, luego de que una estructura romboidal desconocida y brillante, que emitía poderosas radiaciones, acompañada por helicópteros Chinook negros sin matrícula sobrevolara sobre ellas. El resultado final fue la enfermedad y muerte posterior de las testigos por cánceres por radiación que, entre otras cosas alteraron el sistema inmunológico, y produjeron formas raras de cáncer de Tiroides  y quemaduras en el cuerpo. (síntomas coherentes con la exposición a microondas y radiofrecuencias, etreo otros tipos de radiaciones residuales.

También hablamos de los trabajos e informes que los Dres. Kit Green y Garry Nolan en relación a dichos efectos. El trabajo de Green se centra en efectos de daños neurológicos en pilotos y contratistas. El de Nolan parece un poco más "esotérico" pero sin duda interesante.

Segun el artículo de la periodista Danielle Cinonne, del prestigioso periódico estadounidense The Sun, podemos apreciar los comentarios acerca de los estudios de imágenes y otros de los pilotos y contratistas militares expuestos a los UAPs:


El Dr. Garry Nolan ha pasado la última década analizando materiales del supuesto Fenómeno Aéreo No Identificado

 

Su participación en UAP comenzó después de que se le pidiera que usara su "instrumentación de análisis de sangre" para ayudar con casos de pilotos que estaban cerca de supuestos UAP y daño cerebral "horrible".

 Cuando se le preguntó si podía describir los efectos más anormales en el cerebro observados con las resonancias magnéticas, Nolan dijo: “Si alguna vez ha observado una resonancia magnética de alguien con esclerosis múltiple, hay algo llamado enfermedad de la materia blanca. Es cicatrización.



“Es una gran mancha blanca, o múltiples manchas blancas, esparcidas por toda la resonancia magnética. Es esencialmente tejido muerto donde el sistema inmunológico ha atacado al cerebro”, continuó.

“Eso es probablemente lo más parecido a lo que podrías llegar si quisieras ver una instantánea de uno de estos individuos. Puedes ver rápidamente que hay algo mal”.

Se analizaron aproximadamente 100 pacientes, en su mayoría "personal de defensa o gubernamental o personas que trabajan en la industria aeroespacial", dijo Nolan a Motherboard.

El Dr.  Kit Green  estudió a algunas de las personas, de lo que Nolan llamó una "mezcla heterogénea de pacientes".

 “Tienes una mezcla heterogénea de pacientes, algunos de los cuales escucharon ruidos extraños zumbando en su cabeza, se enfermaron, etc.”, dijo Nolan.

“Un subconjunto razonable de ellos afirmó haber visto UAP y algunos afirmaron estar cerca de cosas que los enfermaron”.


El Dr. Garry Nolan solía usar su "instrumentación de análisis de sangre" para ayudar con casos de pilotos que estaban cerca de supuestos UAP y daño cerebral "horrible"

En última instancia, su equipo descubrió que las personas, que originalmente pensaron que estaban dañadas, tenían una "conexión excesiva de neuronas entre la cabeza del caudado y el putamen".

La cantidad de personas que tenían esta "sobreconexión" llevó a la pregunta abierta: "¿Estar en contacto con lo que sea que fue lo causó o no?"

 

Nolan con UAP comenzó después de que se le pidió que usara su "instrumentación de análisis de sangre" para ayudar con casos de pilotos


Algunas personas dicen que han tenido un encuentro con vida extraterrestre y ahora, los informes dicen que sus cerebros están siendo analizados y un profesor dijo que se ven signos en estos individuos.

 Muchas personas dicen que han tenido un encuentro con vida extraterrestre y ahora. Actualmente se están analizando sus cerebros y un profesor dijo que se observan signos en estos individuos.

 Según  News Chant , el profesor de patología de la Universidad de Stanford, el Dr. Garry Nolan, que ha impreso más de 300 análisis y posee 40 patentes en los Estados Unidos, ha pasado la última década examinando suministros de supuestos UAP o fenómenos aéreos no identificados (UAP).

 

Cómo Nolan entró en un fenómeno aéreo no identificado (UAP)

 

Su compromiso con UAP comenzó después de que se le solicitara que usara su "instrumentación de análisis de sangre" para ayudar a los pilotos que habían estado cerca de sospechas de UAP y un horrible peligro para el cerebro.

 Cuando se le preguntó si podía explicar los resultados ultrairregulares en los cerebros observados con las resonancias magnéticas, Nolan articuló, si alguna vez se ha observado una resonancia magnética de una persona con esclerosis múltiple, hay algo identificado como "enfermedad de la sustancia blanca" y está cicatrizando. .

Nolan describe dicho objeto como una "mancha blanca" o múltiples manchas blancas que se dispersan a lo largo de la resonancia magnética.Cuando se le preguntó si podía explicar los resultados ultrairregulares en los cerebros observados con las resonancias magnéticas, Nolan articuló, si alguna vez se ha observado una resonancia magnética de una persona con esclerosis múltiple, hay algo identificado como "enfermedad de la sustancia blanca" y está cicatrizando. .

Nolan describe dicho objeto como una "mancha blanca" o múltiples manchas blancas que se dispersan a lo largo de la resonancia magnética.


Efecto en el cerebro

 

El profesor dijo que el objeto es esencialmente un tejido muerto donde el sistema inmunológico ha atacado al cerebro.

Nolan también dijo que aproximadamente una cuarta parte de los pacientes con resonancias magnéticas, que afirmaron haber tenido un encuentro, murieron a causa de sus accidentes.

 Más aún, se descubrió que la mayor parte tenía signos similares al síndrome de La Habana. Sin embargo, algunas personas que habían presenciado UAP no experimentaron el síndrome de La Habana y, en cambio, una gran variedad de signos.


Un delicioso extracto de la entrevista que Motherboard le realizó al Doctor Nolan

 

¿Puede mencionar qué personas de qué departamentos gubernamentales distintos de la aeronáutica se acercaron a usted?

 

No no puedo.

 

 ¿Puede describir los efectos más anómalos en los cerebros que observó con las resonancias magnéticas?

 

Si alguna vez ha observado una resonancia magnética de alguien con esclerosis múltiple, hay algo llamado enfermedad de la sustancia blanca. Es cicatrización. Es una gran mancha blanca, o múltiples manchas blancas, esparcidas por toda la resonancia magnética. Es esencialmente tejido muerto donde el sistema inmunológico ha atacado al cerebro. Probablemente sea lo más parecido a lo que podría llegar si quisiera ver una instantánea de una de estas personas. Puedes ver rápidamente que hay algo mal.


IZQUIERDA - CEREBRO NORMAL; DERECHA: LESIÓN Y ENFERMEDAD DE LA SUSTANCIA BLANCA RESULTANTE. FOTO: ANÓNIMO.

HIPERMORFISMO EN CABEZA DE CAUDADO<-->PUTAMEN. FOTO: GARRY NOLAN.

¿Las personas que afirmaron haber tenido un encuentro, especialmente los pilotos, describieron alguna disminución perceptible en la capacidad neurológica?

De los 100 o más pacientes que analizamos, alrededor de una cuarta parte de ellos murieron a causa de sus heridas. La mayoría de estos pacientes tenían una sintomatología que es básicamente idéntica a lo que ahora se llama síndrome de La Habana. Creemos que entre esta lista de casos, tuvimos los primeros pacientes con síndrome de La Habana. Una vez que esto se convirtió en un problema de seguridad nacional con el síndrome de La Habana, me bloquearon todo el acceso a los archivos porque ahora es un incidente internacional potencial grave si alguna vez descubren quién lo ha estado haciendo.

Eso todavía dejó a las personas que habían visto UAP. No tenían el síndrome de La Habana. Tenían una mezcla heterogénea de otros síntomas.

¿Cómo influye el impacto de las frecuencias electromagnéticas en sus hipótesis sobre lo que ocurrió exactamente aquí?

Con uno de los pacientes, sucedió en el rancho Skinwalker . Dada la profundidad del daño en su cerebro, podemos estimar la cantidad de energía requerida en la onda electromagnética que alguien apuntó hacia ellos. No creemos que tenga nada que ver con las UAP. Creemos que es una especie de actor estatal y de alguna manera relacionado con el síndrome de La Habana.

https://fenomalias.blogspot.com/2013/01/investigacion-pertinente-sobre-los.html

https://fenomalias.blogspot.com/search?updated-max=2022-12-22T19:57:00-08:00&max-results=7

https://www.youtube.com/watch?v=u5aUe49wJVg&t=96s

https://fenomalias.blogspot.com/2022/12/uap-mutilaciones-y-cortina-de-humo.html

https://fenomalias.blogspot.com/2021/07/nos-estan-manipulando-fenomalias-en-el.html

https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-60078454


Un estudio del Pentágono encontró altas tasas de cáncer entre los pilotos militares y las tripulaciones de tierra

La investigación duró un año y se estudió a casi 900.000 miembros del servicio que volaron o trabajaron en aviones militares entre 1992 y 2017


FOTO DE ARCHIVO - Buques de la Armada de Corea del Sur y de Estados Unidos, incluido el portaaviones USS Ronald Reagan, participan en un ejercicio naval conjunto frente a la costa de Corea del Sur, en esta foto facilitada por la Armada de Corea del Sur y difundida por Yonhap. 29 de septiembre de 2022. Marina de Corea del Sur/Yonhap vía REUTERS

https://www.infobae.com/estados-unidos/2023/03/19/un-estudio-del-pentagono-encontro-altas-tasas-de-cancer-entre-los-pilotos-militares-y-las-tripulaciones-de-tierra/ 


Un estudio del Pentágono encontró altas tasas de cáncer entre los pilotos militares y, por primera vez, mostró que las tripulaciones de tierra que suministran combustible, dan mantenimiento y lanzan esos aviones, también se están enfermando.

Aviadores militares retirados que solicitaban desde hace mucho tiempo estos datos sonaron la alarma durante años sobre la cantidad de tripulantes aéreos y terrestres que sabían que tenían cáncer. Se les dijo que estudios militares anteriores habían encontrado que ellos no estaban en mayor riesgo que la población general del país.

En su estudio de un año de casi 900.000 miembros del servicio que volaron o trabajaron en aviones militares entre 1992 y 2017, el Pentágono encontró que los miembros de la tripulación aérea tenían una tasa 87% más alta de melanoma y 39% más alta de cáncer de tiroides, mientras que los hombres tenían una tasa 16% más alta de cáncer de próstata y las mujeres una tasa 16% más alta de cáncer de mama. En general, las tripulaciones aéreas tenían una tasa un 24% más alta de cáncer de todos los tipos.

El estudio mostró que las tripulaciones de tierra tenían una tasa 19% más alta de cáncer de cerebro y del sistema nervioso, una tasa 15% mayor de cáncer de tiroides y 9% más en cáncer hepático o renal, mientras que las mujeres tenían 7% más probabilidades de padecer cáncer de mama. La tasa general de cánceres de todos los tipos fue 3% más alta.

En contraste, tanto las tripulaciones terrestres como las aéreas tenían tasas mucho más bajas de cáncer de pulmón, y las tripulaciones aéreas también tenían tasas más bajas de cáncer de vejiga y colon.

El estudio lo solicitó el Congreso bajo el proyecto de ley de defensa de 2021. Ahora, debido a que se encontraron tasas más altas, el Pentágono debe realizar una revisión aún mayor para tratar de comprender por qué las tripulaciones se enferman.

En esta imagen proporcionada por el Ministerio de Defensa de Corea del Sur, un bombardero B-1B de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, centro, vuela en formación de combate con jets F-35A de la Fuerza Aérea Surcoreana, abajo, y jets F-16 de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, arriba, sobre la Península de Corea del Sur durante un ejercicio aéreo conjunto, el domingo 19 de febrero de 2023. (Ministerio de Defensa de Corea del Sur vía AP)
En esta imagen proporcionada por el Ministerio de Defensa de Corea del Sur, un bombardero B-1B de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, centro, vuela en formación de combate con jets F-35A de la Fuerza Aérea Surcoreana, abajo, y jets F-16 de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, arriba, sobre la Península de Corea del Sur durante un ejercicio aéreo conjunto, el domingo 19 de febrero de 2023. (Ministerio de Defensa de Corea del Sur vía AP)

El Pentágono dijo que el nuevo estudio era uno de los más grandes y completos hasta la fecha. Un estudio anterior había analizado solo a los pilotos de la Fuerza Aérea y había encontrado algunas tasas más altas de cáncer, mientras que este analizó todos los servicios y las tripulaciones tanto aéreas como terrestres. Incluso con el enfoque más amplio, el Pentágono advirtió que es probable que la cantidad real de casos de cáncer sea aún mayor debido a las lagunas en los datos, que dijo que trabajaría para remediar.

El estudio “prueba que ya es hora de que los líderes y los encargados de formular políticas pasen del escepticismo a la creencia y la asistencia activa”, dijo el coronel retirado de la Fuerza Aérea Vince Alcazar, miembro de la Asociación de Pilotos de Combate de Red River Valley, que había presionado al Pentágono y el Congreso en busca de ayuda. Alcazar es miembro del comité de asuntos médicos de la asociación.

El estudio fue requerido por el Congreso en el proyecto de ley de defensa de 2021. Ahora, debido a que se encontraron tasas más altas, el Pentágono debe realizar una revisión aún mayor para tratar de comprender por qué las tripulaciones se enferman.

Es difícil aislar las posibles causas, y el Pentágono tuvo cuidado de señalar que este estudio “no implica que el servicio militar en las ocupaciones de la tripulación aérea o de tierra provoque cáncer, porque existen múltiples factores potenciales que no se pudieron controlar en este análisis”, tales como antecedentes familiares, tabaquismo o consumo de alcohol.

Pero las tripulaciones de aviación han pedido durante mucho tiempo que el Pentágono analice de cerca algunos de los factores ambientales a los que están expuestos, como los combustibles para aviones y los solventes que se usan para limpiar y mantener las piezas de los aviones, los sensores y sus fuentes de energía en los conos de los aviones, y el enorme sistemas de radar en las cubiertas de los barcos en los que aterrizan.

Cuando el Capitán de la Armada Jim Seaman regresaba a casa de un despliegue a bordo de un portaaviones, su equipo apestaba a combustible para aviones, dijo su viuda Betty Seaman. El piloto del A-6 Intruder murió en 2018 a los 61 años de cáncer de pulmón. Betty Seaman todavía tiene su equipo almacenado y aún huele a combustible, “lo cual me encanta”, dijo.

Ella y otros se preguntan si existe un vínculo. Ella dijo que las tripulaciones hablarían sobre cómo incluso los sistemas de agua del barco olería a combustible.

Dijo que ella y otros tienen sentimientos encontrados acerca de finalmente ver en los datos lo que habían sospechado durante años sobre los cánceres de aviación. Pero “tiene el potencial de hacer mucho bien en cuanto a la comunicación temprana, la detección temprana”, dijo.

Archivo - Miembros de la cubierta de vuelo caminan junto a aviones a bordo del portaaviones GW Bush mientras navega por el mar Mediterráneo, el 17 de octubre de 2022. El portaaviones y sus 90 aviones de ataque estarán bajo el mando de la OTAN apoyando a varios grupos de combate, algunos de ellos establecidos como respuesta a la invasión rusa a Ucrania. (AP Foto/Giuseppe Distefano, Archivo)
Archivo - Miembros de la cubierta de vuelo caminan junto a aviones a bordo del portaaviones GW Bush mientras navega por el mar Mediterráneo, el 17 de octubre de 2022. El portaaviones y sus 90 aviones de ataque estarán bajo el mando de la OTAN apoyando a varios grupos de combate, algunos de ellos establecidos como respuesta a la invasión rusa a Ucrania. (AP Foto/Giuseppe Distefano, Archivo)

El estudio encontró que cuando a los miembros de la tripulación se les diagnosticaba cáncer, tenían más probabilidades de sobrevivir que los miembros de la población general, lo que el estudio sugirió se debía a que se les diagnosticaba antes debido a los controles médicos regulares requeridos y era más probable que tuvieran una mejor salud debido a sus requisitos de aptitud militar.

El Pentágono reconoció que el estudio tenía lagunas que probablemente condujeron a un recuento insuficiente de casos de cáncer.

La base de datos del sistema de salud militar utilizada en el estudio no tenía datos confiables sobre el cáncer hasta 1990, por lo que es posible que no haya incluido pilotos que volaron aviones de la primera generación en las décadas anteriores.

El estudio tampoco incluyó datos de cáncer del Departamento de Asuntos de Veteranos ni de los registros estatales de cáncer, lo que significa que no registró casos de ex miembros de la tripulación que se enfermaron después de dejar el sistema médico militar.

“Es importante tener en cuenta que los resultados del estudio pueden haber sido diferentes si se hubieran incluido otros ex miembros del servicio de mayor edad”, dijo.

Para remediar eso, el Pentágono ahora extraerá datos de esos registros para agregarlos al recuento total, según el estudio.

La segunda fase del estudio intentará aislar las causas. El proyecto de ley de 2021 requiere que el Departamento de Defensa no solo identifique “los tóxicos cancerígenos o los materiales peligrosos asociados con las operaciones de vuelos militares”, sino que también determine el tipo de aeronave y los lugares donde sirvieron las tripulaciones diagnosticadas.

Después de que su esposo se enfermó, Betty Seaman le preguntó si hubiera elegido de otra manera, sabiendo que su servicio podría estar relacionado con su cáncer.

“Le pregunté rotundamente a Jim. Y él, sin dudarlo, dijo: ‘Todavía lo habría hecho’”.

(Con información de AP)



En la entrivista del programa demonios, advertí la posibilidad de que en un futuro cercano nos enteremos de enfermedades y nuerte en pilotos y personal de fuerzas armadas en concontacto con estos "UALa información está a disposición, saquen sus propias conclusiones.