Mucho se ha
dicho, oído y visionado acerca de ciertas posturas (con libros incluidos)
acerca de los mercaderes de ilusiones, personajes nefastos, ciertamente, que
lucran con la creencia ajena.
Algunos
textos actuales incluyen, explícita o implícitamente, por supuesto, a miembros
activos de la “comunidad ufológica” y a otros que ni siquiera son miembros.
Como ya he
expuesto en artículos anteriores, e incluso en un programa de Youtube acerca de
estos temas, que existe un discurso de privilegio, orientado hacia el poder (al
decir de Foucault), el discurso que también de la mano del supuesto sujeto
saber, y analizando los distintos discursos del amo en las ciencias,
pseudociencias y otras disciplinas afines, (legado inconmensurable de Lacan),
se ejerce por puro poder, como goce, escotomizando lo propio en la denuncia.
Es claramente
hipócrita, por decir poco, señalar con el índice a otros cuando los dedos
medio, anular y meñique señalan al propio acusador.
¿De qué
hablamos cuando hablamos de mercaderes de ilusiones?, ¿hablamos de los que
lucran con la creencia de los demás y escriben libros sobre ellos? ¿El puro y
simple hecho de escribir un libro que denuncia la “ufología que no queremos”
cuando somos parte de esa misma ufología?
Nos
desgarramos las vestiduras frente a los mercaderes del templo, cuando apologetizamos
de iniciaciones chamanicas (algunos ufólogos devenidos en chamanes de alto ego).
Negamos la viga en nuestro ojo y avisamos de la paja en el ojo ajeno.
Si
hablamos una ufología que queremos (en lo particular yo no pretendo ninguna
ufología), dejemos la hipocresía de lado, al criticar el establishment
ufológico desde una superioridad falaz y anacrónica.
Sabemos
como es (nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio), la ufología
general, antigua y actual (salvo honrosas excepciones ante las cuales me saco
el sombrero) ; y no me equivoco al decir que es “la hoguera de las vanidades”.
Hay
un dicho tibetano tal vez, o quizá no, que reza:
“Es mejor encender una
vela que maldecir la oscuridad”
Se
lanzan epítetos altisonantes de una ufología que queremos, al mismo tiempo que
negamos neuróticamente lo que sostuvimos en un momento anterior: Que nada nuevo
hay en la ufología, ya que lo dijimos todo, y lo descubrimos todo.
¿Que
posición intelectual es esa? La del quiebre epistemológico? ¿o la del quiebre
moral y ético?.
Es
tan solo la neurosis del discurso del amo, discurso de privilegio que aspira a
perpetuarse en un eco difuso, para que refleje como en un espejo distorsionado
la voluntad de poder; el discurso intelectual último, la obra maestra de la
repetición eterna de Sísifo…el goce neurótico de la impotencia ante lo vasto e
inescrutable de lo Real.
Demás
está repetir a Bachelard, Kuhn, Lakatos y otros, la verdad está en Saussure,
Lacan, Peirce, en el lenguaje que desnuda indudablemente, a través del fallido,
nuestra propia impotencia.
Nada
más que decir, ni vale la pena extenderse. Al que le quepa el sayo que se lo
ponga.
“El Ego es un árbol
imponente con frutos envenenados”
Un
abrazo a todos los de buena voluntad
Fenomalías
No hay comentarios:
Publicar un comentario